lunes, 16 de mayo de 2011

Necesitaba techo en el centro capitalino*

*Por Judith Gelke

Había acariciado la idea de arrendar un pequeño departamento amoblado, pero el nivel de precios me convenció rápidamente de optar por una pieza. Para encontrar dicho objeto de arrendamiento recorrí, a lo largo de tres días, diversos departamentos y casas de la ciudad. Las sensaciones multisensoriales que me esperaban en los hogares visitados excedieron en buena medida lo que había imaginado. Dicho sea de paso, estamos hablando de Santiago centro y de $ 120.000 mensuales.

»En esta casa ahorramos« dijo, mientras vertía agua de una pequeña taza en un vaso metálico. » ¿Para qué vamos a calentar más agua de la que necesitamos para preparar un cafecito?« La dueña de la casa, de avanzada edad y no menos astuta que arrugada, continuó explicando el reglamento interno. Uso de cocina, bueno, pero sólo muy ocasionalmente, preferiría hombres en la casa, ya que las niñas se peleaban a cada rato por la ropa interior(!), ¿visita? – por favor, no. Tampoco habría sido posible invitar a alguien, dado que la pieza medía aprox. unos cinco oscuros m2 y el único espacio desocupado era el clóset. Otro momento estelar se produjo cuando me presentó la cuerda de la ropa –tres metros para cinco personas– y un aparatito que ingenuamente había tomado por una radio. La cosa se desenmascaró como un dispositivo tecnológico de punta: un televisor blanco y negro, pantalla 10x10 cm, supuestamente de la edad media.

Siguieron dos casas, mejor dicho, chabolas amplias en estado ruinoso, mismo precio. La falta de luz, el olor penetrante y la completa ausencia de limpieza en la primera ruina me hicieron recordar una osera que alguna vez había visto en un documental. La “pieza amoblada” estaba vacía, si no contamos la mugre y el moho que adornaban su interior. Saliendo de la oscuridad total del living, quedé impresionada con la luminosidad dolorosa del “patio de luz” que representaba el único lugar naturalmente iluminado de este piso. El estado del baño y la cocina: chocante. Mi cerebro se esforzaba locamente por crear coherencia y me señaló buscar con la mirada los cultivos de cáñamo que habrían armonizado perfectamente con el ambiente. El interior de la segunda barraca estaba totalmente en ruina, lleno de escombros con paredes semidestruidas y, para variar, carecía de muebles. El ambiente de la casa era tan inquietante que me dieron ganas de arrancar corriendo.

El “Premio a la Creatividad” en la categoría “Baño” pudo ser otorgado a dos partes: en un primer caso, los dueños de una mansión tremendamente linda ofrecieron una pieza en una pequeña ampliación significativamente menos espectacular. Habían instalado el wáter dentro de la cabina de ducha junto con un pequeñito lavamanos, es decir, que semejante instalación permitía ducharse, cepillarse los dientes e ir al baño simultáneamente – eficiente, ¡sin duda! Fuera de la ducha, dónde, por lo general, se encuentra el lavabo, se había colocado un viejo hornillo, suficientemente oxidado como para alegrar el corazón de cualquier chatarrero. Directamente delante de la pieza, que tenía entrada independiente desde el patio, vivía el perro de la propiedad, tamaño vaca, que ladraba de forma atemorizante a unos dos metros de distancia de la almohada. En la segunda candidatura susceptible de ser premiada, el baño estaba directamente ubicado dentro de la pieza. Aquí, “directamente” quiere decir literalmente eso, ¡directamente! La separación de la ducha y el wáter del resto de la habitación fue únicamente óptica (y ni siquiera) y se logró a través de la hábil colocación de una delgadísima pared plástica semitransparente. Además, el cuarto estaba amoblado con colchones que deben haber sobrado de alguna ambulancia de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando finalmente llamo a la puerta de mi nuevo domicilio, el dueño abre y me ve con mi maletón y el mochilazo de trekking y me pregunta si eso es todo. Pienso que debe estar bromeando, sin embargo, sus facciones reflejan seriedad. Me pregunta dónde tengo mi cama. Después de un momento de perplejidad total, le explico que viajar con armadura de cama desde Alemania en el avión resulta algo incómodo, y le recuerdo gentilmente su promesa de hace tres días atrás, de amoblar la “pieza amoblada” (vacía) que quería arrendar. Al final, todo se resolvió, ahora convivimos contentos y la gata de la casa me pide su ración de comida por las mañanas.

Hace un par de años, el Gobierno de Chile realizó una campaña publicitaria bajo el lema »Chile sorprende siempre«. Desde mi punto de vista, uno de los slogans más pertinentes de la historia de la publicidad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja! La historia me trae recuerdos... Yo buscando vivienda en Barcelona. Pisos indecentes, gente sucia, poco espacio,lugares a los que no les han metido un peso en años, y precios por las nubes. Luego de 2 años de periplo, me decidí a gastar más del doble de mi beca por un lugar decente... Al menos yo tenía beca

Anónimo dijo...

Se confirman entonces las ideas de Sarmiento: el problema es la mezcla de sangres perezosas como la india y la hispana. Aunque para las náuseas que me ocasiona la colonialidad del saber y la eurofilia desprevenida, siempre prefiero a Los Prisioneros. Para no caer en descortesías con quienes nos vistan desde la civilización (eso cae un peso tan claro como el de mis resentimientos clasistas), recomendaría a la autora averiguar si Sillie Uternut volvió finalmente a Chile para consumar su acariciado proyecto de una casa de acogida "al amigo cuando es civilizado". Fraternalmente
miguel urrutia

Anónimo dijo...

Hago clases en provincia y habitualmente nuestros estudiantes extranjeros se quejan de las malas condiciones de las casas (pagadas) donde viven. En ocasiones no les dejan usar el agua caliente, o les comen la comida guardada en el refrigerador, ponen el televisor con alto volumen mientras ellos estudian, etc. Es una pena y que en nada ayuda al país, aunque en otras partes pueda ser igual, no ayuda en nada. Y eso que estamos en la OCDE.

Ánimo Judith, necesitamos muchas Judith como tú. Muchas. Willkommen.

Anónimo dijo...

Enrique, el mentor del blog, me ha llamado atención por la amargura que trasunta mi comentario. Me disculpo sinceramente por los efectos, pero la sensación es real y claro que no es bueno ser un amargado. Pasé dos meses con mi familia en Europa, partimos en verdad escandalizados por el fashion y lo caro que es Londres, pero al final terminamos evaluándolo como lo mejor. Pusto que también estuvimos en Francia, Bélgica e Italia y la cuestión del racismo está peluda. Por supuesto que no hablo de American X, sino de algo más pesado que es la cotidianeidad: los franchutes convencidos de que su laicismo es algo distinto a una religión y encarcelando viejas árabes envueltas en su tradiciones. Italia, lejos lo más hermoso, y el peor ambiente racistoide, con mis cabros hermosos pero morenos y mechas tiezas, yo guatón ordinario y mi amada Myriam con su metro cincuenta y unas pilchas que se compra cada tres años en el Líder: nos atendieron como la callampa en muchos lugares. De verdad no me importa el hecho directo, de niño fuí un outsider al que le ganaban todas las bolitas, nunca logre hacer girar el trompo y cree que se me elevaron el 0,5% de las ñeclas, chilenitos y chonchas que mis viejs me compraron; 6 minas seguidas me rechazaron pa pololear, y mi único y verdadero amor de esos años pasó 25 años sin ser campeón. Osea "TOY CURTÍO" en el desprecio, por eso lo que me molesta no es eso específicamente, sino el gringuerío que se cree buena onda y que no se deja un espacio para sospechar que son parte de una red colonialista. Bien puede que no sea el caso de Judith, pero como bien me dice Enrique, este es un espacio amical, y eso implica también poder utilizarlo pa patear la perra. Además creo qu algo de compañerismo mantuve en mi posteo: leer a Sillie Utternut (que es el seudónimo con que Guillermo Blanco y otro gallo o galla firman "Revolución en Chile") es una experiencia para desamargarse. Por último, creo en el humor, tanto así que espero mucho de quienes lo cultivan, incluso pienso que parte de los dramas de nuestras culturas de izquierdas se refleja en que Coco Legrand sea el humorista político ofical de Chile. Con aprecio,
miguel u.

Anónimo dijo...

Ves pues Enrique que el asunto de la colonización mental es algo serio y grave. La profesora del Willkommen: cero mención a las pellejerías, que sin duda deben ser mayores, de sus estudiantes pobres viviendo fuera de casa. En la U. de Conce un compañero de tu generación, se llamaba Justo y era del Norte, dormía en el Hogar de Cristo. No terminó por supuesto la carrera. Me encontré en el metro con él hace años... era guardia. No digo qe la colega sea insensible a eso, la colonialidad no es de un sujeto, sino resbalamientos constantes e inadvertidos. Y para que veas que no me sesgo tanto, me recuerdo de muchas/os de mis estudiantes que llegaban a la U. de Conce desde la elitista Sciences Po y se iban por cercanía a la Agüita de la Perdiz... normalmente terminaban en otra... recuerdo uno brillantísmo y que leía como condenado; se agarró un día con unos pacos y como era libertario no fu a tribunales... volvió a Francia desde Buenos Aires (adivina por dónde cruzó la Cordillera). Francia necesita muchos como él. Abrazo,
miguel

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