lunes, 31 de agosto de 2009

Un mal augurio

Al igual que la de muchas naciones, la historia de Chile no se puede comprender cabalmente si no se analiza la figura de sus intelectuales. Ellos han sido parte fundamental de la construcción de las ideas de país y de sociedad.
Pienso, en particular, no en los intelectuales dedicados al cultivo de las ciencias y artes que restringen su producción de conocimiento a una especialidad, sino en aquellos que, además, hicieron un aporte significativo al debate público. Aquellos que ofrecieron interpretaciones críticas de lo establecido y entendido como natural; que se plantaron con dureza frente a la injusticia, la desigualdad social, y todo tipo de abusos y exclusiones.
Salvo por algunas notables y cada vez más escasas excepciones, se podría afirmar que este tipo de intelectual es hoy en Chile una especie en extinción.
Dos son a mi juicio los elementos principales que ayudan a explicar su cuasi desaparición. Por una parte está el descrédito en que ha caído su figura, producto de la majadera y nada accidental insistencia en vincularlo a la "extrema politización" que vivió la sociedad chilena en las décadas de 1960 y 1970. Esto ha llevado a que toda actividad que trascienda los estrictos límites de la práctica profesional sea mirada con sospecha. La vida intelectual, así reza la consigna vigente, no debe permearse por ideas políticas. Debe tener la misma asepsia que a muchos les gusta predicarle a los gremios y sindicatos.
Por otra parte está la precarización de las condiciones laborales que se ha producido en las que otrora fueran el principal espacio de intelectualidad crítica: las universidades. Contratos a plazo fijo o por hora han reemplazado a las estables condiciones laborales que hacían posible pensar y cultivar la disidencia. Hoy es necesario ajustarse a las normas impuestas por los empleadores o empresarios de la educación superior, no siempre tan imbuidos ni convencidos de las bondades del pluralismo y la libertad intelectual.
Por último, no cabe duda que también debe haber en esto algo de comodidad o pereza. Muchos antiguos intelectuales han cambiado la crítica social por el remilgo cotidiano, la inseguridad de la calle por la tranquilidad de la oficina, y la sinceridad y brillantez del podio por la opacidad del escritorio. En otras palabras, la queja privada a sustiuido a la crítica pública.
A estas alturas alguien podría preguntarse ¿por qué es deseable tener este tipo de intelectuales? La respuesta no es sencilla, ni tampoco una. Se podría decir preliminarmente que su perspectiva crítica nos ofrece interpretaciones de nuestra realidad social, que van más allá de lo que nuestros apremios cotidianos nos permiten ver.
Por desgracia, esta necesidad de plantearse críticamente no se ha reducido a la misma velocidad que lo han hecho ellos. Al contrario.
El silencio de los intelectuales no sólo es preocupante, es también un síntoma de los tiempos que corren. Peor aún, es un augurio de lo que puede estar por venir.

lunes, 24 de agosto de 2009

Pelchuquín

Pelchuquín es uno de los cientos de pueblos anónimos de este país.
Para ser más preciso: tiene el estatus de villa. Si los inútiles del INE tuvieran una página web que funcionara, podría especificar con mayor precisión su número de habitantes. Pero estimo que deben ser unos mil o mil quinientos, contando las dos poblaciones nuevas.
Se ubica a 32 kilómetros al norte de Valdivia y 11 al sur de San José de la Mariquina. Al lado del aeropuerto Pichoy.
Su fundación data de 1777 y se realizó mediante decreto de Agustín de Jáuregui. En la actualidad se ubica cerca de los terrenos que originalmente ocupó la misión de Guaneuhue, que con los años devino Gañihue y ahora se conoce como Nanihue. Luego de ser incendiada por la montonera de Pincheira en 1822, se edificó donde se ubica hoy.
Pelchuquín tiene dos escuelas. Una católica, llamada "la misional", y otra pública: "la fiscal". Tiene, también, un club de fútbol ("Juventud de Pelchuquín"), una iglesia católica, otra evangélica, un molino de chicha, una panadería, una cancha de fútbol, un taller y un cuerpo de bomberos.
No tiene Municipalidad (pertenece a la comuna de Mariquina), carabineros, ni ningún otro tipo de repartición pública, salvo la posta.
Lo que más caracteriza al pueblo, sin contar su plaza triangular, es "el Cristo", ubicado a 1 km. de distancia, en la carretera que une Valdivia con San José (cuya denominación técnica es T-205).
Como probablemente todas las ciudades de Chile, se divide en un grupo de agricultores e industriales, llamados coloquialmente "los ricos", algunos comerciantes, entre los que se encuentran mis tías, y muchos obreros. Un número importante de "los ricos" descienden de los alemanes que se hicieron de la zona, los obreros de los indígenas y los comerciantes son mezclas de ambos grupos y de otros.
Abundan los apellidos como Llancamán, Huechante, Rapimán y muchos más de noble linaje, pero la política le dedicó la mitad de todo a un tal Arnoldo Bilbao; calles y escuela incluida.
Pelchuquín es sus habitantes. Algunos de ellos ya fallecidos pero siempre presentes, como don Lito, Tulo, Manque y su señora la Elva, don Polo, Pérez, la Callalla, Corvi, la Tía Tolla, la Mami Chichi, Gato, la Paula y otros. Entre los que hoy forman parte del paisaje cotidiano están Carlitos Silva, Cheo, Vitoco, Mañuco, Choche Catalán, la señorita Marina, Lucho guapo y sus perros, don Valey, la señora Lucha, Beito, Enrique Pollo, la señora Berta, Carlos Aliante, la señora Jova. Y, por supuesto, el inmortal Mino.
Si se pudiera convencer a quien todos los años hace el calendario del Comité del Agua Potable Rural, de poner una foto de la villa (en lugar de Iquique, Los Lagos, Rio Bueno, o cualquier otro lugar de Chile) tal vez podría ser un poco más conocida.
Como sea, Pelchuquín es un pueblo magnífico. Reúne en un espacio minúsculo lo mejor y lo peor de la historia de este país. Y como aún es pequeño y sensato, hasta quienes ocasionalmente delinquen, sean ricos o pobres, tienen nombre y apellido.
¡Ah! Un dato por si quieren visitarlo: Pelchuquín no sale en los mapas.

lunes, 17 de agosto de 2009

Nada nuevo bajo el sol

El miércoles 12 de agosto la Cámara de Diputados rechazó el proyecto de ley que impedía la reelección indefinida de diputados y senadores. Se proponía limitarla a dos períodos para los primeros y a uno para los segundos. O sea, a 12 y 16 años de trabajo continuo, respectivamente.
El proyecto obtuvo 70 de los 72 votos que necesitaba para ser aprobado.
Aunque esta situación provocó mucho revuelo, no hay nada nuevo bajo el sol. Tiene que ver la profunda vocación antidemocrática de la derecha chilena post Pinochet, que desde la caída de la dictadura ha bloqueado cualquier intento de reformar el sistema político.
Dos eran los argumentos para fundamentar su negativa: no limitar la soberanía popular (que, en una de esas, puede querer reelegir de por vida a alguien) y no fomentar la flojera (pensando en que los parlamentarios que no puedan ser reelectos ya no trabajarán con tanto empeño).
Más interesantes fueron, sin embargo, las lecturas que la misma derecha hizo del resultado. Rodrigo Álvarez, presidente de la Cámara de Diputados y militante UDI, señaló que la votación "fue bastante transversal", porque hubo parlamentarios de todos los sectores en las distintas posiciones.
Los votos en contra fueron 12 de la UDI, 4 de RN, 2 DC y 1 Radical. Es decir, de los 19 votos en contra, 16 fueron de la derecha. Además, de las 11 abstenciones, 8 fueron del mismo sector. ¿Qué tiene eso de transversal?
Mucho más espectacular fue el argumento de Claudio Alvarado (UDI): "Si este proyecto se perdió es por responsabilidad de la Concertación, que hizo esfuerzos para que se aprobara y no estuvieron los votos". Como si fuera ésta la que votó en contra.
La oposición de la derecha a profundizar la democracia chilena no es algo nuevo. Baste recordar el argumento usado por el experto electoral UDI, Andrés Tagle, para fundamentar porque se debía rechazar la inscripción obligatoria y el voto voluntario: la ampliación del padrón electoral hacia jóvenes entre 18 y 24 años (que son quienes mayoritariamente no están inscritos) podría aumentar la votación de la centro-izquierda, ya que los jóvenes tienden a votar por esa opción.
Una suerte similar corrió el voto de los chilenos en el extranjero. Aunque la derecha sabe que los actuales migrantes se van buscando mejores horizontes, pareciera ser que el fantasma de los exiliados que votarán contra quienes los exiliaron aún les pena.
Si estas reformas son difíciles, modificar el sistema de elección binominal es imposible. Éste no será cambiado precisamente porque opera como la base antidemocrática que le permite a la derecha mantenerse en el poder. Gracias a él pueden apropiarse de alrededor del 50% del parlamento, aún cuando no tengan esa cantidad de votos, a costa de otros partidos más pequeños. Así pueden impedir la aprobación de todas las leyes que requieran un quórum alto.
Sin duda, el binominal es el legado político más importante que Pinochet dejó a la derecha.
Un ejemplo: el resultado de las elecciones senatoriales desde la recuperación de la democracia.

No hay que sorprenderse por lo sucedido el miércoles pasado. Es la derecha, comportándose como siempre. Por lo demás, conviene no olvidar que ella ha demostrado suficientemente que puede ser, incluso, mucho menos democrática que esto.

lunes, 10 de agosto de 2009

La seducción de lo banal

No es fácil definir la posición política del joven candidato presidencial Marco Enríquez Ominami.
¿Es de izquierda o de derecha? ¿rompió con los cánones tradicionales y está más allá de esas distinciones? ¿es una transcandidato? ¿representa el arribo el populismo, frente a la administración patéticamente ajustada al "desierto de lo real" que han llevado a cabo la Concertación y la Alianza?
Tampoco es fácil determinar el origen de su éxito, ¿se debe a su juventud? ¿a su herencia de izquierda? ¿a su liberalismo económico? ¿a su capacidad mediática? ¿a su discurso contra la política?
O ¿basta con suponer que su adhesión se debe al apoyo tácito que le han dado la derecha y sus medios a su candidatura? Si así fuera, sería ésta, además, una arriesgada apuesta, ya que no está claro que Enríquez le gane en primera vuelta a Frei, como tampoco lo está que sus votos no se vayan después a la Concertación. Más interesante aún: en el caso que Enríquez pase a segunda vuelta, no se sabe cuántos votos concertacionistas se van a ir con Piñera, a fin de asegurar la institucionalidad política, que Enríquez no garantiza.
Pero sigamos con las preguntas: ¿cómo es posible que los actores más importantes tras su campaña sean simultáneamente Rodrigo Danús, empresario de la farándula televisiva chilena; Paul Fontaine, un reconocido economista de derecha; y el actual empresario Max Marambio, ex GAP de Allende y el último refugiado de la embajada cubana después del golpe? ¿qué puede unir a tan disímiles personajes?
¿Cómo se llegó a la construcción de esta candidatura? ¿qué ha pasado, más allá de los desaciertos de la Concertación y la Alianza?
Creo que en un escenario de candidatos sin carisma y sin grandes proyectos, Enríquez se abre paso yendo aún más allá: simplificando la política, rebajándola a un conjunto es eslogans con escaso sentido y reduciéndola a la obviedad.
Algunos botones de muestra:
"Esta candidatura no tiene ningún afán privatizador y el que privatizó las sanitarias fue otro candidato (...) no es lo mismo una empresa estatal que una empresa pública, eso es lo que no aceptamos, ya que Codelco hoy se encuentra secuestrada por dirigentes de partidos políticos y lo que nosotros queremos es cumplir con el sueño de Allende, de que el cobre sea para todos los chilenos".
"Yo creo que hoy la política está fallando, por lo tanto es necesario reformular la política y nosotros creemos en el semipresidencialismo y el federalismo atenuado. Eso es básico para implementar otras medidas de largo plazo que tiendan a la equidad".
"Soy el único candidato que se ha manifestado categóricamente en contra de Hidroaysén, y salvo que la empresa me demuestre lo contrario respecto a los negativos efectos de su proyecto, recién ahí pensaría en cambiar mi posición".
"Acá va a venir cualquier candidato ajustando sus discursos y flexibilizándolo según las zonas, por eso nosotros apuntamos a esta reforma para que se garantice de forma permanente que no vengan más políticos a hacer campañas con promesas para gobernar con explicaciones".
Creo que lo realmente atractivo de Marco Enríquez no es su complejidad, sino su superficialidad. De ahí que no importe ser de derecha o de izquierda, sino saber decir lo que el auditorio quiere escuchar y de tal manera que cautive.
Marco Enríquez no representa, a mi juicio, una política rupturista que vaya más allá de la actual dualidad entre Concertación y Alianza. Es mucho menos que eso: representa la peligrosa seducción de lo banal.

lunes, 3 de agosto de 2009

Nosotros asumimos el riesgo*

Aunque a primera vista no lo parezca, ésta es una frase sorprendente.
La usan con frecuencia los inversionistas (del nivel que sea) para justificar sus solicitudes de exención de impuestos, subvenciones, bajos salarios y otras circunstancias poco felices.
Con ello quieren decir que hay que ser cuidadosos y generosos con quienes poseen el capital. Éste es escaso y su disponibilidad depende de la voluntad de quienes lo tienen. Por lo mismo, hay que minimizar el riesgo que significa invertirlo en algún tipo de "emprendimiento", cuyo futuro por definición es incierto.
La frase es sorprendente por varias razones, pero la más interesante es su capacidad de invisibilizar otras situaciones de riesgo, que no tienen que ver con la inversión de capital.
¿Alguien ha visitado una oficina salitrera abandonada en el norte de Chile? o ¿una mina de carbón en Lota o Coronel? o ¿conoce las condiciones en que trabajan los obreros salmoneros, de la construcción, los fabricantes de pintura o los temporeros de la fruta?
Ellos están expuestos a dos tipos de riesgos cotidianos sistemáticos, pero que escasamente son conceptualizados como tales. Primero, dado el régimen de "flexibilidad" laboral vigente (que siempre parece poca) un grupo no menor tiene sólo contratos a plazo fijo o con boletas de honorarios. Esta precariedad representa el primer riesgo: quedar en cualquier momento sin medios para mantenerse y, obviamente, con escasas posibilidades de atención de salud y ninguna de recibir una pensión.
En segundo lugar, por las condiciones en que se realizan muchos trabajos. Además de las largas y extenuantes jornadas, en ocasiones hay una importante exposición a riesgos físicos concretos, como encierro, altas temperaturas, químicos como diluyentes, pesticidas, etc. En ese último caso, no se trata sólo de los obreros que mueren o se invalidan en accidentes, sino de todas aquellos aspectos no controlados que los exponen a consecuencias médicas de largo plazo, a ellos y sus descendientes.
Este tipo de cosas son las que esa frase invisibiliza, al poner el riesgo sólo en el lado de la inversión del capital.
Nuevamente: esto no significa desconocer que el inversionista corre un riesgo, sino destacar que también el obrero lo corre. Además, mientras uno arriesga el capital, el otro arriesga la salud e incluso la vida. Y a no ser que esté demasiado errado, esto último es más grave.
Sólo para efectos ilustrativos: de acuerdo a informaciones oficiales de la Superintendencia de Quiebras, entre los años 2007 y 2008 hubo 300 quiebras. Éstas afectaron, sin embargo, a 5.276 trabajadores. En el mismo período hubo 164 accidentes laborales fatales y 1.363 accidentes laborales graves (www.sigweb.cl).
Aquí hace sentido plantar nuevamente la pregunta inicial: ¿quién asume el riesgo? o, dicho que otra forma, ¿cuál riesgo es social y humanamente más importante?
Por último, ¿por qué no pedimos con la misma fuerza que se hace para cuidar el capital, más protección laboral y física para los obreros?

* Esta idea es de mi querido amigo Gero Lenhardt, quien me la dijo luego de ver una salitrera abandonada en el norte chileno.