lunes, 27 de junio de 2011

El lucro en la educación: dejemos de tirar al voleo

Gracias a las protestas estudiantiles ha resurgido un tema que los más viejos nos habíamos preocupado de ocultar o, al menos, de ignorar: el lucro en la educación.
Sobre él se han dicho y escrito en las últimas semanas verdaderos tratados.
Todos, cual más cual menos, han expresado su opinión. Muchos han hablado con sinceridad y hasta con dolor, otros lo han hecho con fines estratégicos, no pocos han sido instrumentalizados por los medios, en función de intereses difíciles de descifrar.
Lo primero que habría que preguntarse, pienso, es por la pertinencia del lucro en la educación. Es decir, por la aceptación social de que alguien genere utilidades con la formación de las generaciones más jóvenes y se apropie de ellas. ¿Está bien que alguien se enriquezca a partir del esfuerzo de una familia por educar a sus hijos e hijas?
Esta pregunta sólo puede ser resuelta por la política. Y la respuesta que le demos, dirá en qué sociedad estamos viviendo.
Hay quienes gozan con ejemplos primer mundistas para decirnos lo que hacemos mal y los países nórdicos hacen bien. Que en la prueba Pisa tienen altos resultados, que sus alumnos saben en primero básico lo que los nuestros no saben en octavo, etc. Lo que no dicen es que en esos países la educación es pública y sin fines de lucro. Que la organiza el Estado centralizadamente, que no hay selección social de los estudiantes y que, por lo mismo, los hijos e hijas del chofer se educan en la misma escuela que los del médico.
Una segunda pregunta que deberíamos resolver, es de qué estamos hablando cuando hablamos de lucro. En este punto la confusión es, a mi juicio, espectacular.
¿Lucra un profesor cuando dicta un curso y recibe una remuneración adicional? ¿Lucra una Facultad cuando vende una asesoría y produce un excedente?
De lo único que un profesor dispone para acceder a recursos, salvo que sea dueño de una empresa, es de su trabajo. Gracias a él se gana la vida y se genera un sueldo. Visto así un honorario no puede ser considerado lucro, ya que no es un excedente del que se apropie. Es simplemente un sueldo por lo que sabe hacer. Tampoco es lucro una remuneración adicional: trabajó extra para obtener otro ingreso. Esto lo hacen cientos de profesores dictando clases en varias universidades o haciendo consultorías. (Distinto es que su institución se sienta estafada porque hace trabajos en la jornada que ella paga).
En el caso de una Facultad tampoco es tan claro que sea lucro, ya que, en general, la mayor parte de los excedentes se reinvierten. Es decir, se genera una utilidad de uso público, en la medida que se invierte en la propia institución. Lo mismo es aplicable a las universidades.
Entonces, ¿cuándo hay lucro?, ¿basta con la generación de excedentes para que sea considerado tal?
Los excedentes técnicamente son la diferencia entre el valor del trabajo de los profesores y otros costos, y el valor final del producto que se vende: educación, consultoría, etc.
En el caso de los profesores no es lucro en la medida que es una remuneración recibida por el trabajo realizado y no un excedente generado en la diferencia mencionada. En el caso de las Facultades o universidades, no lo es en la medida que haya reinversión de dichas ganancias en la propia institución. Pero sí lo hay cuando existe apropiación de éstas para fines privados, por valiosos que estos puedan ser.
Si estamos de acuerdo en ello, nos quedaría entonces aún por responder si, como sociedad, queremos o no que se practique el lucro en la educación.

lunes, 20 de junio de 2011

Imágenes de una marcha

Desde el mismo momento en que los estudiantes decidieron salir a la calle, apoyados por distintos gremios, el gobierno no ha hecho otra cosa que desacreditarlos y amenzarlos. Un clásico de la derecha.
Para ello, los medios recurrieron durante toda la semana a mostrar desmanes y destrozos. En ningún momento hablaron de la alegría de quienes marcharon y por un instante se sintieron dueños de la calle y de su futuro, ni mucho menos respondieron las preguntas planteadas.







lunes, 13 de junio de 2011

La violencia argumental de la derecha

La derecha chilena practica en su discurso público una violencia argumental que resulta difícil de contrarrestar y, sobre todo, de comprender. Pero que sin embargo logra sus objetivos, producto de la insistencia con que lo repiten y los espacios que los medios le otorgan.
Tras esta violencia argumental se encuentra mucho de lo que la derecha es. Pero no es mi interés hacer un análisis de su discurso político, sino solamente listar algunos ejemplos que evidencian lo enunciado.
Caso 1: responsabilidad penal adolescente y píldora del día después.
La derecha chilena no dudó un momento en establecer la responsabilidad penal de nuestros niños en los 14 años. Es decir, a esa edad ellos están en condiciones de discernir entre el bien y el mal, sobre todo si se trata de un delito que atenta contra las personas o lo ajeno. Por lo mismo, con el apoyo de la Concertación, la plasmó en la ley 20.084. Sin embargo, tampoco dudó un momento en negarle a las niñas de 14 años el derecho a tomar una píldora en caso de tener relaciones sexuales sin protección, por las razones que sea. Es decir, la capacidad de discernimiento sobre el bien y el mal no se extiende al goce del propio cuerpo y de las niñas, pero sí cuando se trata de un niño que roba lo ajeno. ¿Por qué esta diferencia?
Caso 2: la amnistía a los militares y el indulto a los mapuches.
Luego de la detención de Pinochet en Londres en el año 1998 se inició en Chile una etapa inédita de procesamiento de militares. En parte producto de los recambios en el poder judicial, pero también para demostrar al mundo nuestro inquebrantable compromiso con los derechos humanos. En aquella oportunidad, la derecha salió en masa a defender la aplicación de la ley de amnistía dictada por Pinochet en 1978, para poner a resguardo a su gente, cuestionando la legitimidad de los procesos a los militares. Hace menos de una semana, la misma derecha salió a decir - a través del diputado UDI Gustavo Hasbún - que extender un indulto a los mapuches en huelga de hambre era un "tontera". Efectivamente en parte su argumento tiene razón: no se puede indultar por la simple presión de una huelga de hambre. Pero el diputado Hasbún también sabe que la aplicación de la ley antiterrorista (dictada bajo Pinochet, en el 84), al menos en el caso de los mapuches, es un acto de arbitrariedad de su propio sector.
Caso 3: la exigencia de reconciliación y el fin de la puerta giratoria
Si hay un elemento que ha caracterizado a la derecha chilena desde el regreso a la democracia es su duro discurso antidelincuencia y voluntad de aplicar las sanciones más drásticas posibles. Al punto que en la derogación de la pena de muerte el año 2001, ésta votó masivamente en contra (37 votos en la Cámara de Diputados). Lo delincuentes, entonces, deben pagar con las penas del infierno sus culpas, independiente de las razones que los llevaron a ellas. De paradójico modo, en el caso de las violaciones a los derechos humanos no les parece que ello sea necesario. Es más, pide avanzar en un proceso de reconciliación, cuya única exigencia es el perdón. De ese modo transforma a las víctimas de violaciones a los derechos humanos en intransigentes y en los únicos culpables de que no se avance en el tema. Es decir, le exige generosidad a las víctimas y ningún gesto a los victimarios. Si es tan simple, porque ella no se reconcilia con los delincuentes comunes que las más de las veces delinquen por necesidad y no sistemáticamente y amparados en un estado militar, como lo hicieron los sicarios de la dictadura.
Curiosos los modos de argumentar de nuestra derecha.