domingo, 26 de mayo de 2013

Chile no está preparado....

Tal vez una de las ideas que más ha dominado en el imaginario político chileno tiene que ver con lo escrito por Diego Portales hace ya 190 años, en su conocida carta de a José Cea.
En parte de ella dice, a propósito del avance de los procesos de independencia en América Latina:
"La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y todo hombre de mediano criterio pensará igual".
Esta idea ha permeado en gran medida hasta hoy la comprensión de la sociedad y de la práctica política en Chile. Sobre todo, la comprensión que las elites tienen de ambas.
Es también esta idea la que ha justificado que sean unos pocos los que gobiernen y que se hayan generado mecanismos estructurales para mantener dicha situación. En el siglo XIX y parte del XX fue el voto censitario, actualmente es el sistema binominal.
Recuerdo haber escuchado en más de una ocasión a grandes agricultores preguntarse por qué el voto de ellos, que poseían muchos bienes y cultura, debía valer lo mismo que el de un roto que sólo acarreaba consigo sus vicios.
En otras palabras, la construcción de esta idea excluye de ella, naturalmente, a las elites que gobiernan y dominan la actividad económica y cultural. Son ellos quienes deben ejercer, en palabras de Portales, el gobierno fuerte y centralizador, que lleve a los "ciudadanos" por el camino del orden y las virtudes.
Aunque parezca lejana la carta de Portales, concebir al pueblo como incapaz o como no preparado ha sido una idea central al momento de justificar una práctica política no igualitaria. Es el mismo argumento que se usa incluso para diferenciar entre el socialismo europeo y el chileno, y deslegitimar este último: los europeos sí comprenden el sentido verdadero del socialismo, los chilenos en cambio no son mucho más que una montonera a la caza de la riqueza ajena. Demás está decir que en este contexto una asamblea constituyente es algo impensable y, sobre todo, inaceptable.
Uno podría pensar, entonces, siguiendo el argumento, que la mayoría de la población no está preparada culturalmente para otro tipo de gobierno y de forma de vida, y que, por lo mismo, debemos mantenerla a raya, a fin de que no destruya lo construido.
Lo que las elites no aprecian es que, visto desde lejos, el argumento también las engloba a ellas. Y si se dan cuenta, no les interesa.
Basten sólo algunos ejemplos: la elite chilena no está preparada para enfrentar una reforma tributaria que tienda a hacer más igualitario el ingreso, como sucede en muchos países del mundo desarrollado. Tampoco lo está para generar sistemas de educación, salud y pensiones más justos, como también sucede en otras partes. Mucho menos está en condiciones de realizar un apoyo masivo a la cultura, como también ocurre con frecuencia en otras latitudes. Ni hablar del respecto por el medio ambiente.
Para ser menos rebuscados en mostrar la falta de "virtud" de nuestras élites, tal vez baste con mencionar la destrucción del patrimonio arquitectónico histórico del centro de las ciudades chilenas, con el fin de construir edificios de departamentos.
Porque tendremos que coincidir en que no somos sus habitantes quienes los hemos construido, incluso - si es necesario - violando las propias ordenanzas municipales.