jueves, 21 de abril de 2016

Reflexiones por la muerte de Patricio Aylwin

por Javier Pinedo

Cierta tarde de mediados de los años 80 en Santiago de Chile, al intentar subirme a un tren que viajaba a Talca, un hombre delgado y alto se acercó al carro con la intención de montarse en él. Lo reconocí y era Patricio Aylwin, le di la pasada y le dije: Suba porque usted va ser presidente de Chile. Me miró y sonrió amablemente.
No fue un acto de imaginación muy extremo: era fácil darse cuenta que a pesar de la represión violenta de los últimos años, a la dictadura le quedaba poca pólvora. También era fácil darse cuenta que el país, el pueblo, las mayorías, buscarían una solución intermedia. Pero, no era tan fácil saber que la opción sería Aylwin, un líder más bien retraído, en comparación con la figura de Frei Montalva, o de Valdés Subercaseaux, o del mismo Ricardo Lagos que venía avanzando muy fuerte. Eso nadie lo podía saber. Tampoco de qué tamaño sería el grupo de partidos que se opondrían a la dictadura, es decir había dudas en el ambiente, con las incertidumbres de los años 80, que felizmente permitió botar con un lápiz, como se decía, a la dictadura.
Fueron años duros en los que se debió utilizar mucha inteligencia política para superar el problema principal que era que Pinochet y sus asesores más cercanos, nunca quiso dejar el poder.
En estos días ha fallecido Patricio Aylwin después de una vida política bastante admirable y que en muchos sentidos le hace bien al país.
La prensa ha recogido las declaraciones de los testigos, las palabras de Aylwin en ciertos momentos de la historia, los hechos principales de su gobierno y otros aspectos de su vida e ideas.
En el conjunto de artículos y declaraciones que he leído, echo de menos, y no sé bien definir qué echo de menos, pero me parece que no se ha mencionado una posición más política cercana a las posiciones en juego y a los actores sociales de la época. O más bien, echo de más que todo pareciera reducirse a las relaciones personales de Aylwin con ciertas figuras de la política y en este sentido me parece que la prensa de derecha ha concluido por realizar una cooptación de su figura por los mismos que ayer fueron sus enemigos: que prefirió a Pinochet que a Allende, que era cercano a Jaime Guzmán, que fue el presidente de la transición, que supo gobernar con firmeza cuando se necesita y la frase muletilla, “… en la medida de lo posible”.
Es decir, el relato historiográfico ha vuelto a centrarse en el edificio de La Moneda. No he escuchado en estos días ni una vez la palabra “pueblo” y no lo digo por ser yo mismo muy cercano a esa posición, sino porque si uno lee la prensa de estos días, en el Chile de los últimos 40 años, hubo personalidades que tomaban decisiones de gobierno con alianzas y contra alianzas, con amigos y contrarios, pero en un horizonte vacío de representación social. Es como si todo pudiera haber sucedido igual, pero en Panamá o en la luna.
¿Quién ha mencionado al pueblo que sufrió la dictadura, al pueblo que salió a las calles a protestar y a recibir culatazos…? Insisto, el conflicto dictadura / democracia según la prensa reciente, se reduce a un conflicto entre la élite nacional. Alguien dice que conoció a Aylwin porque estaban en el mismo curso del colegio, o que fueron compañeros en la universidad, o que en algún sentido eran parientes. 
Me pregunto, si al leer la prensa de estos días, el pueblo de Chile pensará que el ex Presidente Aylwin les perteneció a ellos, como verdaderamente lo fue. O si el Presidente Aylwin estaba metido en un ambiente de reuniones con otros líderes. Y ahora que ha muerto se lo disputan entre aquellos que estaban en las reuniones.         
Es una grave falta de sentido histórico y político, que no contribuye en nada a que ese mismo pueblo olvidado tenga conciencia clara de qué lado están unos y otros. Porque si todos son iguales, pensará más de alguien, mejor me quedo en la casa.