lunes, 31 de mayo de 2010

Llegó la hora de "pasar la boleta"

Chile se ha vuelto en las últimas semanas un país políticamente aburrido. Más de lo habitual.
Hasta antes de la llegada de la derecha al poder, las disputas entre gobierno y oposición eran coloridas, las más de las veces un tanto sobreactuadas, ridículas o inútiles, pero coloridas. Cada paso de Bachelet (y antes de Lagos, Frei o Aylwin) era alabado o pifiado por la galería. Y la prensa se encargaba de hacer el coro, de ambos grupos, pero sobre todo de los que pifiaban.
La llegada de Piñera cambió el escenario por varias razones.
Primero, porque la oposición no ha podido aún articularse (y tal vez lo mejor sea que no insista en la urgencia de ello y lo haga con toda la calma necesaria para transformarse en algo mejor de lo que fue en sus últimos años de gobierno). Por lo mismo, no tiene muy claro en qué debe estar en desacuerdo con el gobierno. Si en las ideas, en los contenidos, en los plazos, en las formas. Así muchas de sus críticas suenan a refunfuños de viejos mañosos que andan buscando cualquier excusa para poder alegar.
Segundo, porque Piñera ha sorprendido a todos apoderándose de muchas de las propuestas de la propia Concertación, que su sector se negó a apoyar cuando ésta era gobierno. La conclusión de varios a estas alturas es que Piñera se travistió para llegar a la Moneda. Pero no de demócrata y liberal para convencer a la mayoría de la población que se había hecho de los valores concertacionistas, sino de conservador, para conseguir el apoyo de la derecha. Es decir, le mintió principalmente a la propia derecha conservadora para poder cabalgar sobre sus hombros. Como sea, en los últimos días ha aparecido proponiendo cosas que eran patrimonio de la Concertación y ahora son de él y, por extensión, de quienes lo apoyaron. Por lo mismo, entonces, no está muy claro porqué o en qué se deba estar en desacuerdo con el gobierno.
Tercero, porque la prensa de circulación nacional ha hecho desaparecer las tensiones sociales. Tensiones de todo tipo: políticas, económicas y sociales. De un día para otro estamos todos de acuerdo y vivimos en una sociedad mejor. No parece que hubiera diferencias políticas, derecha e izquierda ya no pelean. Tampoco hay grandes conflictos de interés económico. Pareciera ser que todos estamos de acuerdo en la necesidad de la reconstrucción post terremoto, de avanzar hacia el desarrollo y, sobre todo, en cómo hacerlo. Lo mismo pasa con los conflictos sociales y la delincuencia. Vivimos en un país donde ambas cosas están en retirada. Los unos porque no son necesarios, los otros porque, como dijo el Presidente, "cambió la mano" y ahora no habrá permisividad con los delincuentes.
Accidente o casualidad, lo que está pasando tiene pocos precedentes en la historia de Chile. La visión que los ciudadanos tenemos sobre nuestra realidad se está construyendo prácticamente sólo desde una perspectiva: la oficial. Y ello no tiene que ver con la presencia o fuerza que tienen los medios de gobierno (La Nación o Televisión Nacional), sino con la precariedad que la propia Concertación instaló en el espectro informativo cuando estuvo en el poder.
Como haya sido, por ingenuidad o estupidez, llegó la hora de pagar el desacierto.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Dónde comienza la política?

"¿Sabe qué? Me tienen aburrido. Discuten tanta tontera, que no vale la pena ir a las reuniones".
Eso me dijo un vecino a propósito de la última sesión de copropietarios del edificio en que vivo.
Dos veces intentaron (digo "intentaron" y no "intentamos", ya que hasta ayer no tenía un poder de la dueña del departamento para participar de las reuniones) reunirse sin conseguir el quorum para tratar un tema que desde cualquier punto de vista era de interés de todos: la continuidad de la administración actual. Es decir, de quienes están a cargo de que el edificio funcione.
Lo interesante es que afectándolos a todos, nadie o muy pocos quieren participar.
El escaso interés se podría entender más fácilmente si se tratara de una elección presidencial o parlamentaria, por la distancia que existe entre ellas y las necesidades cotidianas. Su nivel de abstracción es tan alto que hasta parece razonable que haya quienes afirmen con total certeza: "a mí la política no me ha dado nada. Todo lo he logrado sólo".
¿Pero qué pasa con aquello que sí nos afecta, que nos da o quita cosas cotidianamente? ¿Tampoco ello nos interesa?
Se podría suponer que una unidad básica de la política nacional pudiera ser la participación en la política vecinal. Y no por altruismo o un sentido político superior, sino por puro egoísmo o sentido práctico: por votar por lo que a uno le convenga cuando se trate del bienestar personal más inmediato.
Sin embargo pareciera ser que ello tampoco es así. Que practicamos un individualismo radical que supone la posibilidad de sobrevivir en el aislamiento absoluto. Como si la vida de uno fuera ajena al contexto social que la rodea. O, más simplemente, como si ni siquiera los vecinos y sus actos fueran importantes.
Al parecer lo que está en crisis en Chile no es, como se piensa, la política partidista. Lo que está en crisis va mucho más allá de ella; es la asociatividad. Al menos toda aquella que no persiga fines de lucro o beneficios económicos concretos. Esa asociatividad que se practica para defender intereses o ideas comunes y cuyo motor no se expresa monetariamente, sino en el bien personal y social.
Si esta afirmación es correcta, no habría entonces que extrañarse porque los partidos políticos funcionen - como se ha dicho más de una vez - como distribuidores de prebendas o agencias de empleos. Y que, por lo mismo, participen en ellos sólo quienes tengan ese horizonte.
En este punto se podría plantear la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que hayamos dejado de interesarnos por lo que sucede en nuestro entorno más inmediato?
Más aún, ¿qué pasó en Chile que nos hemos vuelto indolentes incluso con nosotros mismos?

lunes, 17 de mayo de 2010

Ahondando las diferencias

Desde hace varios días en la prensa se discute la propuesta de Piñera de crear una red de 50 liceos públicos de excelencia, en 50 comunas de Chile. Proyecto que, como casi todo en este país, debió cambiar los plazos que se había fijado originalmente producto del terremoto.
A pesar de ello el Presidente ya le indicó a su Ministro de Educación que a marzo de 2011, 15 de ellos deberían estar funcionando. Lavín, el ministro, con su obsecuencia de "mateo" y sus pretensiones de emular a Bachelet (a propósito de las metas que le fijaba Lagos cuando era Ministra de Salud) se apresta obedientemente a satisfacer a su jefe.
La idea, a juicio de los nuevos gobernantes, es generar espacios educativos de excelencia para los alumnos destacados del sector público que no puedan acceder a mejores opciones privadas. En la base de la propuesta se encuentra lo que el propio programa del candidato Piñera declaraba en relación a la educación, señalándola como "fundamental para lograr el progreso de un país y para avanzar hacia una sociedad más libre y equitativa".
La pregunta que se debe plantear es si la creación de estos liceos contribuye a generar una sociedad más equitativa, como el gobierno dice pretender.
No cabe ninguna duda, ni tampoco viene al caso ahondar sobre ello, que la educación pública se encuentra muy por detrás de la privada. En muchos aspectos: inversión en infraestructura, remuneraciones y calidad de los profesores, rendimiento de los estudiantes, etc. Pero ¿una idea como la del nuevo gobierno soluciona las desigualdades sociales existentes?
Me parece que no. Lo que esto provocará es exactamente lo contrario. Ahondará las diferencias. Y no las deseables, relacionadas con la libertad de elección, sino aquellas provocadas por las condiciones de origen.
Para entender este problema no hay que pensar en los alumnos beneficiados con los nuevos liceos de excelencia, sino en quienes no llegarán a ellos (y en sus familias). ¿Qué les diremos? "Mire, lo que pasa es que la calidad en este país no alcanza para todos los pobres", "sucede que el Estado financia y privilegia sólo a los mejores y su hijo/a no pertenece a ellos/as".
La clave de esta situación no está en la supuesta excelencia, ni en potenciar a quienes tienen mejores rendimientos, sino en instalar en los sectores más pobres dos de los principios básicos del pensamiento de derecha. Por una parte, la idea de la competencia como motor del quehacer humano, por otra, de que cada uno debe aspirar a lo que le corresponde (lo que, evidentemente, es decidido por alguien que no son ellos).
Así, habrá que esforzarse por estar entre los mejores, entre los ganadores de los perdedores, para demostrarle a los patrones que no se es lo que se es.
¿Si no fuera así, entonces, porqué no invertir en que todos los liceos públicos chilenos sean de excelencia?
Porque, supongo, que una de las tareas centrales estará dada por la inversión que el Estado chileno hará para producir la diferencia entre la educación pública de primera y la de segunda. ¿O me equivoco?

lunes, 10 de mayo de 2010

Esperando la gran réplica

Por Rodrigo Vidal

Se ha cumplido un mes desde el terremoto del 27 de febrero. En este tiempo se han sucedido en Chile cientos de réplicas con diversos epicentros entre las regiones de Valparaíso y La Araucanía. Son más de 270 entre el terremoto y la réplica del 11 de marzo y que tienen, según los sicólogos, a miles de chilenos sin poder superar el afamado “estrés postraumático” y, aparentemente, son también miles los chilenos que, habiendo superado la etapa de alta adrenalina provocada por las tareas de recuperación, comienzan a sentirse física y mentalmente afectados. Se estima que 20% de los afectados por el terremoto podría quedar con secuelas sicológicas.

Son también miles los chilenos que han entrado en una suerte de “estado de alerta”. Sismólogos de Estados Unidos, Francia, Rusia y Chile, entre otros, han afirmado que aún debemos prepararnos para una réplica de mayor magnitud e intensidad que todas las que se han sucedido hasta ahora, alimentando así tal estado. Las previsiones optimistas hablan de 7,2º de magnitud Richter, las proyecciones pesimistas, como las del sismólogo Jean Pierre Vilotte, del Instituto de Física del Globo de París, auguran una réplica cercana a los 8,2º, es decir, similar a la que se midió en Santiago el 27 de febrero a las 03:34 horas. En este rango, la ocurrencia de un tsunami es casi segura, aún más si el epicentro es cercano al mar. Y muchos nos recuerdan que entre el terremoto de 1985 y su réplica más importante trascurrieron 36 días. Sin embargo, entre el sismo mayor y su réplica principal, en México 1985, Indonesia 2004 y Perú 2007, todos terremotos sobre 8º Richter, no trascurrieron más de dos días antes de la gran réplica.

Estos augurios mantienen en estado de alerta a todos aquellos compatriotas que, cautivos del miedo, duermen mal, no se concentran, no logran retomar sus actividades, a la espera de la gran réplica. No obstante, pese a estos augurios, Don Blakeman, del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), enfatiza que es imposible predecir qué va a pasar en los próximos días. Salvo que podemos esperar muchas réplicas bajo 5º y algunas bajo 6º, durante dos o tres meses, y muchas réplicas de baja magnitud, en su mayoría imperceptibles, en el lapso de un año. En eso, al menos, están de acuerdo casi todos los sismólogos.

Ahora bien, debemos reconocer que las predicciones de los sismólogos provocan inquietud y, en general, tienen muy baja certidumbre. En junio de 2009, en Physics of the Earth and Planetary Interiors, se publicó un artículo acerca de la laguna sísmica entre Concepción y Constitución, donde los autores afirman que se esperaría un terremoto de grandes proporciones en esa zona “en las próximas décadas”. El sismo llegó ocho meses después. Hasta antes del 11 de marzo, los sismólogos coincidían en que debíamos esperar una réplica mayor. Producidos los fuertes sismos del día del cambio de mando, no se ponen de acuerdo si ésa era o no la gran réplica esperada.

Hoy, todos coinciden en que debemos esperar un terremoto, probablemente con maremoto, en el norte de Chile, en una zona comprendida entre Arica y Antofagasta, que podría ocurrir, según los expertos, entre mañana y 30 años más.

La sismología es una ciencia que funciona muy bien en el análisis estadístico pero, dada la falta de instrumentos adecuados y la necesidad de un mayor conocimiento construido empíricamente, es muy poco eficaz para predecir con mediana exactitud el lugar, fecha y características de un próximo evento telúrico. Mientras un vidente hondureño predecía el terremoto, el 31 de diciembre de 2009, algunos importantes sismólogos lo desmentían. Y se equivocaron. Mientras un doctor en geofísica Marcelo Lagos advertía de la proximidad de un maremoto en Talcahuano, los expertos del mundo no se hicieron eco. Mientras Estados Unidos advertía que teníamos un maremoto, cuando éste estaba sucediendo, ni el SHOA, ni la Onemi, ni los sismólogos lo advirtieron. Nos han dado ya varias fechas de nuevos terremotos (19, 20 y 23 de marzo, por nombrar sólo las últimas) y se han equivocado. Nos dicen que el próximo maremoto ocurrirá en el norte y que éste puede suceder mañana o en 30 años más. Es decir, no tenemos idea sobre cuándo. Nos dicen que Concepción se desplaza rápidamente hacia el Pacífico, pero no se ponen de acuerdo respecto de si esto es o no para preocuparse. Y nos dicen que seguirá temblando durante los próximos diez años, cuando sabemos que siempre está temblando.

Sintetizando: no tenemos idea de lo que puede pasar dentro de cinco minutos. Pero intentando demostrar que sí lo saben, las predicciones de expertos, amplificadas en la tinta de los periodistas, mantienen en estado de alerta y preocupación a la población.

Lo que realmente esperaríamos de los expertos es que sean capaces de levantar un plano de riesgo telúrico en Chile, que incluya una zonificación de riesgos y recomendaciones de localización, para que los urbanistas y planificadores dejen de construir allí donde la naturaleza, tarde o temprano, se manifestará. Y cuando tengamos sensores que nos permitan prever con 60 minutos de antelación la ocurrencia de un sismo, debemos contar con un protocolo para saber cómo actuar. Y dejemos los ejercicios de adivinación para los adivinos.

Me permito sugerir que, por sentido común y por salud mental, no sigamos esperando la gran réplica y retomemos nuestros proyectos individuales y colectivos. Jaime Campos, de la Universidad de Chile (El Mercurio, 10/03/2010), asegura, en concordancia con todos los expertos, que “lo que es seguro es que no va a haber uno de mayor intensidad al terremoto de 8,8 grados”. Agreguemos que lo otro seguro es que la zona centro-sur camina hacia dos o tres años de reconstrucción durante los cuales la frecuencia y la intensidad de las réplicas disminuirán rápidamente (siguiendo las leyes de Omori y de Gutenberg-Richter), años durante los cuales la gran tarea es construir un Chile reconciliado con la naturaleza, sin olvidar de devolver la dignidad y ganas de vivir a quienes más han sufrido.

lunes, 3 de mayo de 2010

Pasión por los botones dorados

Antiguamente en el campo se decía que a algunas mujeres les atraían los "botones dorados", para referirse en forma irónica a los carabineros, y a sus bien planchados uniformes verdes, de vistosos y brillantes botones.
Esta parece una buena metáfora para tratar de explicar, en parte, lo que pasa hoy en Chile.
A más tardar el sábado en la tarde quedaron claras dos cosas: que la derecha se ha instalado en el poder como sólo ella sabe hacerlo y que comparte con las campesinas una especial pasión por los botones dorados. Y, en general, por todo lo que tenga relación con lo militar.
Piñera aún no asumía el mando cuando su gente ya requería el regreso de los uniformados a las calles, en las ciudades afectadas por el terremoto. Cuando llegó a la presidencia prorrogó el estado de excepción e incluso señaló que solicitaría la presencia militar durante todo el período que dure la reconstrucción.
Un segundo hito en su campaña por la "seguridad y el orden público" lo marcó el día del joven combatiente, que conmemora cada año el asesinato ocurrido en Villa Francia (1985) de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo. En esta ocasión se cumplían 25 años, por lo que se esperaban mayores dificultades. Piñera visitó a Carabineros en la prefectura de Santiago Centro, se reunió con su general director y expresó su pleno apoyo a su labor.
Para mantener el prometido orden público se hizo un despliegue policial inaudito, incluido un helicóptero que vigiló de manera permanente los actos. En Concepción, por cualquier cosa, se ordenó incluso la reposición del toque de queda.
El punto culminante lo marcó el despliegue de carabineros para la celebración del 1º de mayo. Centenas de carabineros tenían acordonado el lugar donde se realizaría el acto y mantenían vigilado un perímetro de al menos unas diez cuadras. Me tocó ir en la mañana al terminal de buses y pude ver como carabineros hacía control de identidad y revisaba mochilas, poniendo especial atención a los rostros morenos, los pelos largos y las ropas ajadas.
El acordonamiento del lugar era tal, que incluso en partes no se podía acceder al metro y para llegar al lugar del acto había que hacer grandes rodeos, ya que no se permitía el acceso directo. La presencia de carabineros era abrumadora, invasiva y agresiva. Pero sobre todo innecesaria.
Pero qué duda cabe, es la forma más visible que tiene la derecha de mostrar que la situación cambió. Que son ahora ellos quienes tienen el sartén por el mango y que lo van a usar.
Luego de ambos actos el ministro Hinzpeter expresó su satisfacción porque se había logrado mantener el orden público y la seguridad de la "gran mayoría de la población, que quiere vivir en paz".
Esto refleja, que duda cabe, la histórica pasión de la derecha por los botones dorados, que gusta de verlos no sólo adornando chaquetas, sino principalmente las calles.
A propósito, al día siguiente, el domingo, robaron en mi departamento. Es una pena que carabineros no haya mostrado ni una décima parte de la diligencia que exhibió el día antes para reprimir.