martes, 25 de junio de 2013

Piñera (José) defiende su asocial engendro

Hace algo más de una semana, parte importante de la prensa chilena dio una amplia cobertura a la entrevista de José Piñera en un diaro Suizo. En ella defendió la que probablemente sea su más célebre y asocial creación: el sistema de pensiones chileno, conocido como AFP's.
Los argumentos de Piñera son notables, especialmente por la abstracción completa que hace de lo social. Y no me refiero con esto a un posible componente solidario del sistema de pensiones que lo hiciera merecedor de tal adjetivo (a la europea), sino a algo mucho más simple. A la negación de que un sistema de pensiones existe dentro de una sociedad.
Es difícil discutir con él, pero no por la contundencia de sus argumentos. Al contrario, su debilidad raya en el absurdo. Pero - y esto es lo más relevante - no hay argumento absurdo cuando se tiene la fuerza de las armas de una dictadura militar para decidir el destino de millones de jubilados de un país. En otras palabras, ideas tan débiles sólo pueden imponerse por la irracionalidad de la fuerza.
Veamos algunos de sus planteamientos, sólo por hacer un ocioso y tardío ejercicio de conversación con José (espero que no le ofenda esta familiaridad que me tomo):
"en Chile la pensión que reciben los jubilados dependen del esfuerzo y la conducta que que tuvieron en su vida laboral", fue una de sus frases, rematada con una sentencia fácil de aprender en cualquier MBA de tercera: "El punto principal del sistema es que hay una relación directa entre el esfuerzo y la recompensa".
¿Sabrá José cuáles son los sueldos reales de sus compatriotas? ¿Estará al tanto que en el país que ocasionalmente habita, los primeros cuatros quintiles de la población (es decir el 80%), no pasan de un ingreso mensual per cápita de 332 mil pesos (U$642)? ¿Y que el tercero, no pasa de los 182 mil pesos (U$354)?  Seguramente conoce las crifras, pero ¿sabrá lo que ellas significan en la vida de alguien? ¿Se dará cuenta José que esa gente es muy esforzada, pero que por la estructura del mercado laboral y de remuneraciones está condenada a vivir en la modestia y a envejecer en la miseria? Digo esto pensando que las pensiones promedio no pasan del 60% del ingreso mensual de las personas.
Si uno quisiera llevar el argumento al extremo podríamos llegar a pensar que la gente jubila en la miseria porque no hizo suficiente en su vida laboral. Es decir, podriamos volver a la clásica visión del roto flojo y borracho, que por propia culpa no le va mejor.
Más notable aún es su afirmación de que gracias a este sistema "se despolitizó un sector importante de la economía, que pasó a manos de individuos, que a su vez pasaron a tener un control de una situación importante de sus vidas".
La frase es notable por varias razones. Primero, porque entregar la administración del dinero de los ciudados chilenos a empresas privadas que lucrarán con él es una decisión profundamente política. Luego, por pensar que por entregar la administración del dinero a empresas ello estará fuera de la política. Tal vez José confunde los cuoteos propios de los partidos políticos con la política. Y por último, por suponer que los ciudadanos tienen algún control sobre lo que sucede con su dinero. Esto no es así porque la ley establece la obligatoriedad de cotizar en una AFP, porque aunque uno pueda elegir el nivel de riesgo de la inversión, uno no decide en el tipo de empresa en que se invertirá. Y, por último, porque uno no tiene ninguna capacidad de incidir en las flutuaciones del mercado financiero.
No cabe duda que, como afirma José, las AFP's han sido un importante factor de crecimiento económico del país. Lo que no dice, sin embargo,  es que ello ha sido a costa de escamotear sus ahorros a los jubilados y distribuir las utilidades que genera su administración entre los mismos que los explotaron durante su vida laboral.
Evidentemente desde su acomodada posición el mundo se ve de otra manera y es fácil apelar al esfuerzo ajeno, cuando el propio no ha sido necesario para tener una vida opulenta, ni lo será para gozar de una vejez más que digna.

lunes, 17 de junio de 2013

Antonio Varas responde a Pablo Longueira


Por Omar Saavedra Santis

            
“Lamento que ante la Cámara se hayan pronunciado las palabras de exclusión al estranjero que se acaban de oir, tanto más cuando por el curso en que va la humanidad, todos los países del mundo han de venir algún día no lejano a ser los miembros de una gran familia i en que la palabra Estranjero ha de ser borrada de la fraternidad universal. Siento que haya vertido un sujeto ilustrado como el señor diputado esas palabras de mezquindad contra el estranjero que sólo se oyen actualmente entre los pueblos salvajes. Se dice que los estranjeros desdeñan, desprecian el hacerse ciudadanos de Chile, porque conservan constantemente el ánimo de volver a su patria. ¿Cuál es el hombre, ¡qué digo! cuál es el chileno que por mucho tiempo que resida lejos de su patria, deje de suspirar por volver a ella aunque se halle disfrutando de una fortuna envidiable en el país que le da hospitalidad? ¿I por qué exijiremos del estranjero industrioso que viene a ayudarnos i enseñarnos, que renuncie enteramente a su propia patria, cuando nunca el chileno sería capaz de hacer lo mismo? ¿Acaso porque no abandona nunca el estranjero la esperanza de volver al país de sus más caras afecciones, deja de tener vínculos con su patria adoptiva i de desearle toda prosperidad? ¿I por qué exijirle tanto, señor? ¿No hace ya lo bastante el estranjero con traernos su industria, su intelijencia, su laboriosidad, a los cuales debemos no pocos bienes? Sepamos tener más reconocimiento, hacer más justicia a los estranjeros, seamos ilustrados para no tener hacia el estranjero esa prevención de espíritus atrasados que los repulsa. 

¡Pero decir que justamente en la mayor capacidad del estranjero está el mal!
No creo que estas palabras que se acaban de oir sean el eco del país, sino el eco aislado del señor diputado. 

Protesto, señor, contra ese espíritu de malevolencia contra el estranjero, ese espíritu estrecho i malentendido de nacionalidad, contra el cual protesta también la civilización, que procura hacer de la humanidad una sola familia.”

                                                                         *** 

(El anterior fue el discurso de Antonio Varas, pronunciado en 1855 en la Cámara de Diputados en contra de un diputado que exigía mayores restricciones y prohibiciones a los ciudadanos extranjeros residentes en Chile. Publicada por Vicente Pérez Rosales en “La Época”, el 6 de junio de 1886.)

lunes, 10 de junio de 2013

lunes, 3 de junio de 2013

Dos historias para amenizar la mañana



La primera ocurrió hoy, a las 6:42, en Valdivia:

-  “Aló, señorita, yo había pedido un radiotaxi para hoy a las 6:40 y aún no llega”,

-  “Lo siento señor, pero no tengo ningún taxi que mandarle”

-   “Pero señorita, usted me tiene que avisar, yo pedí el taxi anoche y tengo que tomar un bus a las 7:00”

- “¿Y a dónde quiere que le avise?”

-  “Pero señorita, usted debería registrar los números de teléfono”

-  “Yo no tomé su llamado”

-   “Ya, ¿y qué hago ahora señorita?”

-  “Llame a otra línea, a lo mejor tienen un taxi.”

-  “Ya, muchas gracias señorita, hasta luego”

-  “Hasta luego”

La conversación no merece muchos comentarios. Salvo, tal vez, señalar que la señorita, y más precisamente los dueños del servicio de radio taxi 2230023 de Valdivia, no entienden que su negocio se basa en la confianza. En la confianza de que van a llegar cuando deben, a donde deben y que uno será trasladado a una tarifa justa.
La segunda historia también ocurre en Valdivia, un par de minutos más tarde.
El Tur Bus de la 7:05 toma la salida norte y enfila rumbo a Santiago. A poco andar se encuentra con un minibus estacionado ocupando parte de su pista. El chofer del bus no reduce la velocidad y pasa destrozando el espejo del minibus. Luego de eso comienza a acelerar, seguramente para que cuando el otro chofer regrese y se dé cuenta, ya sea demasiado tarde y no tenga posibilidad de saber quién fue.

Lo que el chofer del Tur Bus no entiende o no le interesa es que uno no quiere viajar en buses que anden volando espejos. Todo lo contrario, uno quiere viajar con tranquilidad y la certeza que nadie hará estupideces que a uno lo pongan en riesgo.

El común denominador de ambas historias es la irresponsabilidad y la impunidad de sus protagonistas: la empresa de taxi y ambos choferes (uno por estacionarse donde no debe y el otro por volar el espejo y huir).

Los teóricos del mercado dirán, seguramente, que este tema se resuelve con sus mismas leyes: uno no usa más el servicio de taxi y tampoco el de bus, y a la larga mejoran o quiebran. Puede ser, pero a esas alturas uno ya llegó atrasado a todas partes, lo pasó pésimo, y la irresponsabilidad permanece impune.

Por lo demás, de seguro el radio taxi no tiene ni siquiera un lugar donde hacer un reclamo y en la página de Tur Bus esa aplicación no funciona (ya la probé).

Tengo un querido amigo en Temuco, que vivió muchos años fuera de Chile. Luego de regresar a instalarse acá, siempre me decía que él entendía este país como la mezcla perfecta entre Holanda y Mallorca: pocos habitantes y harta playa. Pero que más allá de eso, no se podía tener más expectativas, ni tomarlo en serio.

Las primeras veces que me lo dijo encontré que era un poco despectivo, pero con los años he llegado a pensar que su intuición no sólo era correcta, sino que cada día nos interpreta mejor.