lunes, 27 de julio de 2009

Conversemos de educación I

El debate sobre educación en el Chile de hoy tiene algo de cínico, otro tanto de ingenuo y mucho de ridículo. Con la pretensión hablar de manera "objetiva", neutra y sin ideología, se aborda desde la que ha demostrado ser la más eficiente del último tiempo: la ideología neoliberal.
Para constatarlo basta con poner algo de atención al lenguaje utilizado. Desde hace años, muchos ya no hablan de establecimiento educativo, sino de "proveedor". Del mismo modo que se hace de los proveedores de papas, combustible, martillos, estiércol para abonar praderas o cualquier otro tipo de producto o servicio.
Dependiendo de la propiedad y el origen del capital, se distingue entre proveedores públicos, particular-subvencionados y privados.
Algo similar sucede con el tema de la calidad de la educación. Para asegurarla, dicen los expertos, basta con discernir adecuadamente si la "subvención" debe ir a la "oferta" o a la "demanda". Es decir, si se debe dar plata al establecimiento o al joven, para que éste decida dónde estudiar.
¿Bastará con ello para asegurar su calidad? ¿acaso es lo mismo que fijar una banda del trigo para evitar que suba el precio del pan o dar bonos para comprar parafina?
Aún más elemental ¿se puede hablar en el ámbito de la educación de "oferta y demanda", sin provocar un cambio en la forma de concebirla y en el rol que las sociedades le han asignado tradicionalmente?
Cuando se usa este lenguaje no se está hablando, como se pretende, desde una postura "objetiva", neutra y desideologizada, sino desde otra ideología que ha tenido una victoria aplastante.
Usándolo nos hemos ido convenciendo que el ámbito educativo puede ser tratado como un rubro económico más, compuesto por proveedores que venden un servicio. En otras palabras, nos hemos convencido que también éste puede funcionar como un "mercado" que se autorregule.
Entonces, ¿por qué sorprendernos por el lucro? ¿o alguien puede imaginarse un mercado sin lucro? o ¿por qué extrañarse que el Estado chileno no pueda consignar en la ley general de educación que tendrá un preocupación "preferente" por la educación pública? ¿no es acaso rol del Estado velar porque todos los "proveedores" estén en igualdad de condiciones para "competir" y no producir "discriminaciones odiosas", que privilegien a unos (la educación pública) y perjudiquen a otros (la educación privada)?
Lo más espectacular es que no sólo se usa este lenguaje, sino que se reivindica el monopolio de la interpretación y construcción de sentido. Si alguien quiere usar otro, inmediatamente se le acusa de ser ideologizado y estar fuera de los tiempos.
Con esta forma de hablar y esta lógica se le ha ido escamoteando a la sociedad y al Estado chileno el derecho a decidir cómo quieren organizar su educación, con el argumento que ella debe ser dejada a la "mano invisible" del mercado.
Lo más lamentable, sin embargo, es otra cosa: en cualquier mercado el acceso a los productos y a sus distintas calidades está determinado por el poder adquisitivo de cada uno.
¿Qué hay de raro, entonces, en que los pobres sean nuevamente los más perjudicados? o ¿podría, en este contexto, ser de otra manera?

lunes, 20 de julio de 2009

Sobre Isapres, AFP's y otros demonios II

En la edad media, reyes y príncipes acostumbraban a entregar privilegios a algunos de sus súbditos. Esto era: eximirlos de obligaciones que ellos mismos habían impuesto a todos en forma de ley o concederles el derecho de uso temporal de algún bien considerado propiedad real.
Como la entrega de un privilegio era una decisión arbitraria también su revocación podía serlo. Entre los más conocidos estaban los dados a la nobleza (que era liberada de pagar impuestos o cobraba peajes en caminos y ríos), a algunos gremios de artesanos (que no pagaban impuestos por sus productos o su venta), a las ciudades (que gozaban de autoadministración y libertad para sus habitantes) o a las universidades (que podían administrar justicia internamente).
Un privilegio implicaba dos cosas. Por una parte, una concesión. Por otra, una obligación. Los reyes y príncipes siempre exigían algo a cambio. Para seguir con el ejemplo: a la nobleza obediencia militar, a los gremios parte de su producción, a las ciudades impuestos y a las universidades formar especialistas para su aparato administrativo.
Éste es el principio que heredó el Estado moderno para realizar concesiones a privados de bienes o derechos que tradicionalmente han sido entendidos como públicos. Con una diferencia fundamental: en las democracias la concesión y revocación del privilegio se hace por ley, no en forma arbitraria.
Las AFP's pueden ser entendidas como entes privados a los que el Estado entregó un privilegio: administrar los dineros de los ciudadanos, obligados por ley a cotizar. ¿Cuál es el privilegio?: privados podrían, a partir del derecho de uso de capital ajeno, generar capital propio y repartir utilidades.
Hasta aquí todo bien, sin embargo, los reyes o príncipes siempre exigían algo a cambio, para ellos o sus súbditos. En este caso no: se otorgó el privilegio de administrar dinero ajeno contra ninguna obligación de una rentabilidad mínima o de distribución de utilidades por sobre esa rentabilidad mínima.
No está demás recordar que quienes lo entregaron estaban muy conscientes del riesgo del experimento y se eximieron de la obligación de cotizar en las AFP's. Las pensiones militares seguirían teniendo el sólido respaldo del "infame" Estado.
Resumiendo: sería justo para los ciudadanos que quien tiene el privilegio garantice una rentabilidad mínima a todo evento. De lo contrario debería haber libertad para trasladar los ahorros a los bancos. Además, se debería exigir una repartición progresiva de utilidades. Es decir: si a los dueños de las AFP's les va mejor de lo esperado, deberían también entregar una proporción mayor a los cotizantes. Esto no significa desconocer su talento, sino ponerlo en su justa dimensión: están administrando dinero ajeno con riesgo cero.
Un detalle final. Este privilegio fue otorgado como en la edad media: monárquicamente, no en condiciones democráticas.
¿No será tiempo de preguntar a la ciudadanía acerca de la pertinencia de este privilegio? o ¿será mucho pedir que las AFP's se hagan verdaderamente responsables de las pensiones de todos los chilenos y chilenas?

lunes, 13 de julio de 2009

¿El único Chile posible?


"Nana" captada este verano en el balneario de Zapallar

Foto publicada en la edición del jueves 12 de marzo de 2009 en el diario The Clinic (p. 20)

lunes, 6 de julio de 2009

Reflexiones de un resentido

En su edición del 30 de junio, la revista Ya de El Mercurio publicó un reportaje a la joven candidata independiente a senadora (por un cupo UDI en la IX Región), Ena von Baer.
Cuenta ella misma, que el hecho que determinó su vocación por el servicio público fue haber estado un año en una escuela de Cajón, donde aprendió que "...había niños viviendo en el campo del lado sin ningún tipo de privilegio, niños de mi edad que no conocían nada salvo la naturaleza y el frío...".
Conmovedora confesión. Debe ser duro conocer la pobreza a los 8 años cuando se ha nacido en una cuna llena de riqueza. No en vano la mencionada revista dedicó un par de páginas a resaltar su sensibilidad social.
Me preguntaba ¿qué pasaría si por una vez la historia fuera la inversa? No la de alguien de clase alta que hace una estadía entre los pobres, sino la de un pobre que hace una estadía entre los ricos. ¿Qué reconocimiento tendría una historia como esa?
Me imaginaba a un niño pobre viviendo rodeado de hijos de agricultores, industriales y exitosos profesionales, cuya preocupación principal era ir el fin de semana al centro de esquí de Antillanca o a su isla en el Lago Ranco. Escuchando a padres hablar sobre el excesivo número de ciervos de la isla o sobre los caballos que llevarían al campeonato de rodeo.
Un niño que frecuentara espacios donde la reflexión política se enfrentara con preguntas como ¿por qué el voto de un cholo tiene que valer lo mismo que el del propietario, si claramente ambos no valen lo mismo? Donde se ofrecía a los obreros comprarles el objeto de línea blanca que quisieran o instalarles un calefón si ganaba el "sí" en el plebiscito de 1988. O se escuchaba a los patrones acusar a sus obreros de indios desleales por recurrir a la Inspección del Trabajo para intentar hacer valer algún mínimo derecho.
Por favor no se vaya a pensar que éstas son las únicas dimensiones de la riqueza. Estos son sólo ejemplos que, al igual que los usados por Ena von Baer, pueden "marcar tanto" a alguien como para cambiarle su visión de las cosas.
Una visita a la riqueza, entonces, también puede marcar. Así como la candidata comprendió las dificultades de ser mapuche en un país que no les deja un espacio para que "hoy jueguen palín", otros comprendimos lo contrario: que ese será el único espacio que una sociedad como ésta les dejará.
También comprendimos que los más pobres no necesitan la caridad o conmiseración ocasional de quienes tienen más. Requieren la solidaridad estructural de toda una sociedad que los siente y vive como iguales, no como a inferiores materiales y morales. Para no ser rebuscados con el ejemplo: como sucede en Alemania (el país donde la candidata hizo su doctorado).
Para ello se necesitan políticas estructurales y la convicción de que éstas son necesarias y posibles. En otras palabras, no basta con "ayudar" a los más pobres, también hay que "educar" a los más ricos.
Con Ena tenemos algo en común: la experiencia que tuvimos nos marcó. Por su origen, ella será recordada como una persona con gran sensibilidad social. Yo, por mi parte, seguramente pasaré a engrosar las filas de los malagradecidos. O peor aún, de los resentidos.