martes, 24 de agosto de 2010

La no imaginación

Si tuviera que responder a la pregunta por el mayor éxito de la ideología neoliberal, diría que éste no tiene que ver con sus resultados económicos, que son, por lo demás, siempre discutibles. Si no con algo mucho más importante y profundo: con su capacidad de anular la imaginación política a través de la naturalización de la realidad.
Esta ideología nos ha convencido que el mundo se encuentra sostenido por una serie de algoritmos económicos inalterables, que son los que garantizan su relativa coherencia, pero por sobre todo, que no se venga abajo. Además, nos ha persuadido de que la interpretación auténtica y la correcta alquimia que garantizan su continuidad la tienen y conocen sólo los iniciados en ella.
En otras palabras, nos ha hecho creer que la única realidad viable es la que conocemos y que las alteraciones permisibles son aquellas que admiten las ecuaciones y curvas econométricas. Éstas, en definitiva, y no la imaginación política, son las que fijan los límites a la realidad posible.
Así surgen los dogmas de la inflación, del endeudamiento fiscal, del libre mercado, del crecimiento económico, de la optimización incesante, de la competitividad, por mencionar algunos de los más conocidos.
Son estos, en sus diversas combinaciones, los que determinan lo que es imaginable y lo que no. Quien quiera ir más allá de ellos está poniéndose a sí mismo y a todos nosotros en riesgo.
Quiso la historia, además, que el momento de su éxito (probablemente circunstancial, ya nada asegura que este modelo vaya a funcionar para siempre), coincidiera con el fracaso del socialismo real.
Esto generó las condiciones concretas para que se pudiera demostrar que esta forma de organizar la sociedad es la más exitosa. Y como no hay muchas opciones, no quedó otra que hacerse del nuevo dogma (y de las consecuencias que esto tiene para la posibilidad de generar ideas distintas a las admisibles).
De ese modo hemos llegado a un punto en que cualquier intento de imaginar una sociedad que vaya más allá de lo que las ecuaciones permiten es acusado inmediatamente de ideológico, por no aceptar que la única realidad posible es la existente y que es esa la que debemos perfeccionar, dentro de los márgenes por el dogma permitidos.
La mayor virtud, sin embargo, de la ideología neoliberal no es que ella sea fomentada (como se suele y gusta de creer con frecuencia) por una cofradía secreta de individuos perversos, que buscan acrecer su riqueza sin cesar a costa de los excluidos y explotados. Su mayor virtud es que ella seduce por sí sola y que, por lo mismo, no requiere de muchos defensores para tener hordas de seguidores.
Y la razón de esto es muy simple: siempre es más fácil describir la realidad existente y luchar por conservarla que imaginar cómo podría ser. Es decir, admirar, aunque sea con cierta criticidad, lo existente resulta mucho más cómodo y menos riesgoso que intentar imaginar y crear lo desconocido.

sábado, 21 de agosto de 2010

¿Universidades estatales? Depende*

* Por Daniel Casanova

La administración de los asuntos humanos puede hacer la vida confortable o convertirla en una auténtica pesadilla. Una buena administración se nota poco y trabaja bajo el lema
"el mejor procedimiento es el que no existe", o sea, trabaja para la autoextinción. Una mala administración es un máquina de procedimientos para amargarle la vida impunemente al prójimo atrapado al otro lado del mesón.
Una amiga, doctorante en un programa acreditado, de una universidad estatal acreditada por 6 años, y cuya tesis fue calificada con nota 7 unánimemente por los profesores, tenía el examen de grado fijado para un día equis. Pese a haber consultado sin éxito con meses de anticipación los procedimientos, seis días antes del examen le avisan que debía "firmar personalmente el expediente a más tardar cinco días hábiles antes", además de pagar más de un millón de pesos y presentar tres copias empastadas de la tesis. No sería tan grave si ella no viviera a 500 km. de Santiago y le sobrara el tiempo. Logró que le aceptaran presentarse 4 días antes y pagar mediante una transferencia electrónica simple. Se apersonó el día convenido premunida de los papeles solicitados, entre ellos, los que ya había entregado al mismo programa cuando fue admitida. Una señora le dijo primero que "no constaba el pago"constara. Aclarado el pago la funcionaria pronunció entonces esa frasesita que sabemos inevitable: "chuuu, estamos mal". El expediente estaba en blanco, o sea, aparte de su nombre, la acreditada universidad -oficialmente- no tenía registro alguno de la doctorante. Una vez conseguidos artesanalmente los registros, hizo el check-list de los papeles. Entonces ocurrió lo que la víctima de la máquina siempre sabe: faltaron papeles. Pese ha haber pagado todo el programa de su bolsillo y nunca haber tenido acceso alguno a recursos bibliográficos, faltaba "el papel de beneficios" y "el papel de biblioteca". La funcionaria se allanó a darle plazo para que el programa presentara esos papeles en los días que quedaban. y - en vez de encargarse- la envió a otra oficina a lograr que el pago
Sin embargo, como la idea es torturar a la gente, al otro día -o sea a tres días del examen- mi amiga recibe un correo del programa (en carácter de copia) enviado a los profesores, notificándoles que el examen se suspende.
Tengo claro que la administración no es la Universidad, pero ambas pueden echarse a perder mutuamente, y la víctima siempre es un tercero, normalmente el estudiante. Por eso el desprecio aristocrático del estilo "poner una nota, ¿yo?", sin pensar que un ser humano sufrirá por la omisión, es una idiotez. Así también, pretender que para un examen se necesita algo más que la examinada, sus colegas y sus profesores, como si los papeles estuvieran vivos, es un delirio burocrático.
No puedo generalizar a partir de un caso pero es inevitable pensar desde las experiencias. Esta es una historia de una universidad estatal. Soy un convencido que el estado debe tener un trato preferencial con sus universidades, pero si hay una gradiente del convencimiento, hoy me sitúo un poco más abajo que el 100%. Ya estoy dispuesto a decir "sí, pero..., depende".

lunes, 16 de agosto de 2010

Obscenidad

Desde que a comienzos de julio se publicaron los resultados de la encuesta CASEN (Encuesta de Caracterización Socioeconómica que aplica el Ministerio de Planificación desde 1985, con periodicidad bianual o trianual), la discusión no se ha detenido.
El principal foco ha estado puesto en el aumento de la pobreza o, como gustan de decirlo los políticos, en el "retroceso que ha experimentado su combate". Dos millones y medio de pobres es la nueva cifra. De ellos, más de 630 mil corresponden a indigentes.
Muchos entendidos dijeron que estos resultados mostraban el fracaso de las medidas sociales de la administración saliente y que ello justificaba en gran parte la elección de quienes ahora gobiernan. Otros, asumiendo su defensa, arguyeron como razón los efectos de la crisis económica del año pasado.
Sólo uno pocos analistas más lúcidos adujeron temas metodológicos para explicar, en parte, dicho aumento. Pero también señalaron que si los criterios de medición fueran los adecuados, es decir, si se utilizara como indicador principal una canasta del año 2009 y no la histórica del 1987, y que si los valores para ser considerado pobre no fueran de 64 mil (para la ciudad) y 47 mil (para las zonas rurales), las cifras serían aún peores. En otras palabras, arrojarían una visión mucho más precisa de la pobreza que nos esforzamos por ocultar y despersonalizar detrás de una inagotable batería de estadísticos de aparente neutralidad.
Si se aplicaran otras mediciones, señalaron, la pobreza reconocida como tal por los datos oficiales no sería del 15 por ciento, sino que rondaría el 30.
Muy pocos, sin embargo, repararon en un detalle, al menos, igualmente importante: el problema no radica sólo en el aumento de la pobreza, sino también en un aumento de la concentración de la riqueza y, por ende, de la distancia entre estos dos Chile.
En relación a la encuesta anterior (2006), el 10% de los hogares más ricos aumentó en un 1,6 puntos porcentuales su captación del total de los ingresos autónomos, llegando al 40,2% de estos. Mientras el 10% de los hogares más pobres decreció en el mismo período en 0,3 puntos, captando apenas el 0,9% del total de los ingresos autónomos.
Esta situación pareció al Presidente Piñera simplemente intolerable y manifestó su irrestricta solidaridad con los compatriotas que sufren esta ignominiosa situación. Señaló, además, haciendo eco de los estudios de la CEPAL, que en nuestro caso bastaría con transferir un 1% del Producto Interno Bruto a quienes viven en condición de pobreza para que superen esa situación.
Se le olvidó, sin embargo, un pequeño detalle: que de acuerdo a publicaciones recientes, él pertence a una de las cuatro familias chilenas (Luksic, Matte, Angelini y Piñera) que controlan el 47% de todos los activos que se transan en la Bolsa, que representaron el año 2008 el 12,5% del PIB. Es decir, todo lo necesario para sacar a nuestros compatriotas varias veces y para siempre de la pobreza.
Una situación como la descrita ya no puede ser considerada injusta, es simplemente obscena.

lunes, 9 de agosto de 2010

Saludos a Diego Ríos*







* Mensajes callejeros fotografiados en distintos puntos de Santiago, que saludan a Diego Ríos, anarquista prófugo desde mediados del año 2009.

lunes, 2 de agosto de 2010

De la "huelga de los tranvías" al Transantiago*

El día 29 de abril de 1888 se congregó en la Alameda de Santiago una gran multitud de personas para protestar por el alza del pasaje de los tranvías. La concentración era la segunda que convocaba el Partido Demócrata.
La primera se había realizado un par de semanas antes: el 8 del mismo mes.
La razón era el aumento del precio del pasaje de segunda clase, de dos centavos y medio a tres. El argumento de la compañía privada que administraba el servicio de transporte público era la escasez de la moneda de dos centavos y medio, lo que hacía difícil el cobro.
El resultado de la primera concentración fue una conversación del directorio del partido con el Intendente y una carta a los representantes de la empresa, propiedad de las familias Matte, Edwards y otras igualmente adineradas. La respuesta fue tajante: el pasaje no sólo subiría medio centavo, sino que dentro de pronto volvería a subir.
En la segunda concentración, motivada por esta negativa, los ánimos fueron distintos. Luego de escuchar a los oradores, un grupo de personas abordó un tranvía, obligó al chofer a desenganchar los caballos y luego volcaron el carro. Pronto otros grupos comenzaran a hacer lo mismo e incluso los incendiaron.
La policía y algunas unidades del ejército tuvieron serios problemas para contener a la multitud. Los resultados de la concentración y de la molestia popular eran elocuentes: 17 carros incendiados, otros 17 parcialmente destruidos, numerosas garitas destrozadas y 22 caballos desaparecidos. A ello hay que agregar decenas de heridos.
Ésta es considerada una de las primeras huelgas obreras masivas, de las muchas que se extendieron por Chile durante los siglos XIX y XX.
Para entender este movimiento hay, al menos, dos claves: por una parte, la voluntad de la poblada para salir a la calle, insubordinada, a arriesgar la vida por algo que consideraban justo. Por otra, un partido político que hizo de esta reivindicación algo más que un eslogan.
En ninguno de los casos hay parangón con lo que sucede hoy en Chile con el Transantiago. Desde marzo éste ha subido su tarifa mensualmente: 10 pesos en marzo, 20 en abril, 20 más en mayo en algunas comunas de Santiago, 20 en junio y otros 20 en julio. De ese modo, el metro de Santiago, con una tarifa superior a un dólar por viaje, se convirtió en el más caro de Sudamérica junto con el de Brasilia.
Lo más increíble es que no hay reclamos mayores. Ni por parte de la población, ni mucho menos de los políticos. No existe un sólo partido que haya manifestado de modo tajante su desacuerdo con lo que sucede y que va en desmedro de los más pobres.
Terminaremos, absurdamente, agradeciéndole a las encuestas el que no existan más aumentos de precios: la última encuesta CEP determinó que uno de los factores que afecta la popularidad del Presidente son las alzas del Transantiago. Ahora los sesudos estrategas del segundo piso de la Moneda trabajan en un "diseño" que las evite, pero no para alivianarle la vida a los más pobres, sino para no seguir perjudicando la ya escuálida popularidad de su jefe.
Los demás guardan un cauteloso y cómplice silencio.

*Parte importante de la narración histórica fue extraída del libro de Sergio Grez: De la "Regeneración del Pueblo" a la Huelga General. Santiago: Dibam-Ril-Centro Barros Arana, 1997.