miércoles, 30 de noviembre de 2016

Trump: el éxito de la democracia y el fracaso del neoliberalismo

A dos años de concluida la Segunda Guerra, Friedrich von Hayek convocó a 36 intelectuales a una reunión. El lugar escogido fue Mont Pèlerin, un pequeño poblado en los Alpes suizos, cerca del lago Lemán.
Este grupo, que pasó a ser conocido como la Sociedad Mont Pèlerin, enfocó su trabajo en la crítica al socialismo y la propagación de ideas económicas liberales. Para von Hayek, éste se transformaría en un importante espacio de lucha para contrarrestar las corrientes de pensamiento económico dominantes.
En el documento que publicó luego del primer encuentro, titulado "Los intelectuales y el socialismo", llamó a prepararse para una larga batalla, de una o dos décadas, en que el pensamiento liberal estaría aún a la defensiva.
Entre los participantes estuvo un joven economista, que recién un año antes había obtenido su doctorado: Milton Friedman.
Lo que vino después es historia conocida: comenzó en 1944 con los Acuerdos de Bretton Woods y culminó con las fanfarrias que acompañaron la caída del Muro de Berlín. Desde ahí en adelante todo fue jolgorio y anuncios del tipo "fin de la historia".
Sin embargo, a pesar de las enormes acumulaciones de capital, el neoliberalismo no cumplió las promesas de mayor bienestar y prosperidad hechas a las clases medias y bajas de las sociedades desarrolladas.
La eliminación progresiva de las barreras arancelarias permitió trasladar la producción a zonas donde la mano de obra era más barata y la inmigración de grandes contingentes de población posibilitó presionar los salarios locales a la baja, gracias a la abundante oferta de trabajadores. A la desindustrialización, cesantía estructural y bajos salarios, se añadió el deterioro de los servicios estatales que las nuevas ideologías habían llamado a desmontar y encargar al mercado: salud, pensiones, educación, entre otros.
En este escenario no puede extrañar el Brexit. Éste encarna la promesa de devolver el bienestar perdido a grandes grupos de obreros ingleses que no se han beneficiado de la globalización y sus derivados. Lo mismo vale para Trump.
No se trata, como se dice con demasiada frecuencia que los gringos sean ignorantes. O, en el símil chileno, que el "facho pobre" haga eco de los nuevos simplismos de la política. Se trata de promesas no cumplidas que, paradójicamente, sectores conservadores, nacionalistas y, por ende, proteccionistas, han sabido interpretar.
Modificar esta situación podría tener muchos caminos. Estos nuevos conservadores han optado por uno que puede significar el regreso al nacionalismo económico y la reducción del libre comercio.
Como sea, desde sus filas ha surgido la primera amenaza real al neoliberalismo, para sorpresa de muchos y desconcierto de una izquierda que, una vez más, no ha estado a la altura.
Pienso que la victoria de Trump, además, representa otro paso en la consolidación de la democracia como forma de organizar la vida política. Su éxito electoral es también el éxito de un sistema que ha permitido elegir a quien menos representa sus ideales originarios, pero que promete soluciones a la dura cotidianidad de millones de ciudadanos ignorados por los grandes procesos económicos, liderados por consorcios económicos, con la venia de los partidos políticos tradicionales.
Que esto hable también del estado cultural en que dicha elección (y otras) tuvo lugar, qué duda cabe. Pero ello no es culpa de la democracia, sino de una seguidilla de líderes que hace décadas renunciaron a los ideales de la modernidad ilustrada y eliminaron el rol civilizador de la política, para transformarla en un programa de farándula.
En cualquier caso, no hay que engañarse. El neoliberalismo es una más de las muchas formas en que se ha expresado el capitalismo. Por lo que no me cabe duda que éste se reinventará y encontrará la manera de continuar su proceso de acumulación, a pesar del presumible y, por muchos, temido regreso al proteccionismo.