Astuta y cauta, por ser su primer gobierno democrático desde la elección de Jorge Alessandri en 1958, la derecha chilena acuñó la frase de "un gobierno de unidad nacional", como el emblema de su regreso al poder.
Muchos pensaron que con ello lo que se buscaba era resaltar que, por sobre las diferencias ideológicas con la Concertación, ésta haría un gobierno de consensos, en torno a grandes ideas de desarrollo nacional. Así como la misma coalición saliente lo había hecho durante veinte años, con una prudencia rayana en la ingenuidad, cuando no en la obsecuencia.
Pero el tiempo y el actuar del gobierno han demostrado que la famosa frase no tiene que ver con la búsqueda de consensos. Al contrario, ésta es usada como consigna de guerra para dividir la sociedad entre amigos y enemigos. Quienes están por la "unidad nacional" pertenecen a los primeros, quienes no están con ella son los antipatriotas.
En otras palabras, lo que esa frase hace es eliminar el derecho a disentir: o se está con ellos (que al parecer representan la única identidad chilena posible) o se está contra ellos y, por ende, contra Chile y su desarrollo.
El mejor ejemplo reciente es lo que sucede con la reforma curricular que el gobierno quiere implementar. Elaborada en el más profundo secreto del Ministerio de Educación, sin consulta a expertos ni gremios, fue presentada al Consejo Nacional de Educación para su aprobación en octubre del presente año. El CNED la aprobó, con algunas observaciones, por Acuerdo 113 de 2010 (no disponible en su página web).
Ahora será llevada al Parlamento para su aprobación. Ante la posibilidad que la oposición le niegue los votos y someta el proyecto a un estudio acucioso que involucre a más actores, el gobierno ha esgrimido nuevamente su frase de batalla y la ha dejado caer sin piedad sobre quienes pretendan no aprobarla de inmediato.
"Quiero pedirles a los senadores y diputados - así lo dijo el presidente - que se olviden de la división tradicional entre Gobierno y oposición, izquierda y derecha, y piensen en una sola cosa: en nuestros niños y jóvenes, piensen en sus propios hijos".
Dos cosas parecen reprobables en el mensaje de Piñera. En primer lugar, pedirle a la oposición y a la izquierda que deje de serlo y satisfaga sus deseos de llevar adelante lo que él llama (en un lenguaje que a la derecha chilena le es tan caro) "la madre de todas las batallas". Si esa es la lógica, entonces pidámosle al gobierno que en determinadas ocasiones deje de serlo.
En segundo, que se arrogue el derecho de la perfección y asuma que una reforma educativa deba ser asumida sin discusión por el sólo hecho de haber sido formulada por su sector. Cómo si ello bastara para tener la razón y hacer exigible su aprobación.
Nuevamente el gobierno ha sacado a relucir su famosa frase, acusando a quienes queremos un debate amplio, de antipatriotas, por no estar incondicionalmente de acuerdo con él.
No obstante, a pesar de la lamentable situación descrita, hay quienes ven en esta actitud de la nueva derecha chilena un avance, en la medida que ésta al menos aprendió a formular su derecho a la exclusividad por la vía del lenguaje, y ya no sólo del fusil y la bota militar.
Muchos pensaron que con ello lo que se buscaba era resaltar que, por sobre las diferencias ideológicas con la Concertación, ésta haría un gobierno de consensos, en torno a grandes ideas de desarrollo nacional. Así como la misma coalición saliente lo había hecho durante veinte años, con una prudencia rayana en la ingenuidad, cuando no en la obsecuencia.
Pero el tiempo y el actuar del gobierno han demostrado que la famosa frase no tiene que ver con la búsqueda de consensos. Al contrario, ésta es usada como consigna de guerra para dividir la sociedad entre amigos y enemigos. Quienes están por la "unidad nacional" pertenecen a los primeros, quienes no están con ella son los antipatriotas.
En otras palabras, lo que esa frase hace es eliminar el derecho a disentir: o se está con ellos (que al parecer representan la única identidad chilena posible) o se está contra ellos y, por ende, contra Chile y su desarrollo.
El mejor ejemplo reciente es lo que sucede con la reforma curricular que el gobierno quiere implementar. Elaborada en el más profundo secreto del Ministerio de Educación, sin consulta a expertos ni gremios, fue presentada al Consejo Nacional de Educación para su aprobación en octubre del presente año. El CNED la aprobó, con algunas observaciones, por Acuerdo 113 de 2010 (no disponible en su página web).
Ahora será llevada al Parlamento para su aprobación. Ante la posibilidad que la oposición le niegue los votos y someta el proyecto a un estudio acucioso que involucre a más actores, el gobierno ha esgrimido nuevamente su frase de batalla y la ha dejado caer sin piedad sobre quienes pretendan no aprobarla de inmediato.
"Quiero pedirles a los senadores y diputados - así lo dijo el presidente - que se olviden de la división tradicional entre Gobierno y oposición, izquierda y derecha, y piensen en una sola cosa: en nuestros niños y jóvenes, piensen en sus propios hijos".
Dos cosas parecen reprobables en el mensaje de Piñera. En primer lugar, pedirle a la oposición y a la izquierda que deje de serlo y satisfaga sus deseos de llevar adelante lo que él llama (en un lenguaje que a la derecha chilena le es tan caro) "la madre de todas las batallas". Si esa es la lógica, entonces pidámosle al gobierno que en determinadas ocasiones deje de serlo.
En segundo, que se arrogue el derecho de la perfección y asuma que una reforma educativa deba ser asumida sin discusión por el sólo hecho de haber sido formulada por su sector. Cómo si ello bastara para tener la razón y hacer exigible su aprobación.
Nuevamente el gobierno ha sacado a relucir su famosa frase, acusando a quienes queremos un debate amplio, de antipatriotas, por no estar incondicionalmente de acuerdo con él.
No obstante, a pesar de la lamentable situación descrita, hay quienes ven en esta actitud de la nueva derecha chilena un avance, en la medida que ésta al menos aprendió a formular su derecho a la exclusividad por la vía del lenguaje, y ya no sólo del fusil y la bota militar.
1 comentario:
Breve y certero análisis puntual.
Sólo una pequeña observación correctiva de las tres primeras líneas. Son las que hace alusión a una supuesta y pudorosa abstinencia ejecutiva que la derecha habría ejercido desde 1958. Entre estas líneas vuelve a tintinear el cencerro de castidad que la misma derecha se preocupa de colgar al cuello de los medios comunicacionales para anunciar que ella en verdad tuvo poco y nada que ver con la dictadura militar y que esperó en su humilde casita de manitas cruzadas por el retorno a la democracia. Pero el who is who de los actuales gobernantes habla por si mismo. Por lo tanto se trata, ni más ni menos, de un melifluo blanqueo neurolinguistisco de su profunda y amplia complicidad con la misma. Pero si hurgamos con desganado interés en los pasados veinte años, veremos además que la derecha política chilena ha cohabitado alegre y activamente en no pocas ocasiones con la Concertación, para engendrar y engordar a monstruos que los chilenos conocen bien, porque tienen que ofrendarles día a día su tributo en salud, educación, previsión social y calidad de vida.
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