Gracias a las protestas estudiantiles ha resurgido un tema que los más viejos nos habíamos preocupado de ocultar o, al menos, de ignorar: el lucro en la educación.
Sobre él se han dicho y escrito en las últimas semanas verdaderos tratados.
Todos, cual más cual menos, han expresado su opinión. Muchos han hablado con sinceridad y hasta con dolor, otros lo han hecho con fines estratégicos, no pocos han sido instrumentalizados por los medios, en función de intereses difíciles de descifrar.
Lo primero que habría que preguntarse, pienso, es por la pertinencia del lucro en la educación. Es decir, por la aceptación social de que alguien genere utilidades con la formación de las generaciones más jóvenes y se apropie de ellas. ¿Está bien que alguien se enriquezca a partir del esfuerzo de una familia por educar a sus hijos e hijas?
Esta pregunta sólo puede ser resuelta por la política. Y la respuesta que le demos, dirá en qué sociedad estamos viviendo.
Hay quienes gozan con ejemplos primer mundistas para decirnos lo que hacemos mal y los países nórdicos hacen bien. Que en la prueba Pisa tienen altos resultados, que sus alumnos saben en primero básico lo que los nuestros no saben en octavo, etc. Lo que no dicen es que en esos países la educación es pública y sin fines de lucro. Que la organiza el Estado centralizadamente, que no hay selección social de los estudiantes y que, por lo mismo, los hijos e hijas del chofer se educan en la misma escuela que los del médico.
Una segunda pregunta que deberíamos resolver, es de qué estamos hablando cuando hablamos de lucro. En este punto la confusión es, a mi juicio, espectacular.
¿Lucra un profesor cuando dicta un curso y recibe una remuneración adicional? ¿Lucra una Facultad cuando vende una asesoría y produce un excedente?
De lo único que un profesor dispone para acceder a recursos, salvo que sea dueño de una empresa, es de su trabajo. Gracias a él se gana la vida y se genera un sueldo. Visto así un honorario no puede ser considerado lucro, ya que no es un excedente del que se apropie. Es simplemente un sueldo por lo que sabe hacer. Tampoco es lucro una remuneración adicional: trabajó extra para obtener otro ingreso. Esto lo hacen cientos de profesores dictando clases en varias universidades o haciendo consultorías. (Distinto es que su institución se sienta estafada porque hace trabajos en la jornada que ella paga).
En el caso de una Facultad tampoco es tan claro que sea lucro, ya que, en general, la mayor parte de los excedentes se reinvierten. Es decir, se genera una utilidad de uso público, en la medida que se invierte en la propia institución. Lo mismo es aplicable a las universidades.
Entonces, ¿cuándo hay lucro?, ¿basta con la generación de excedentes para que sea considerado tal?
Los excedentes técnicamente son la diferencia entre el valor del trabajo de los profesores y otros costos, y el valor final del producto que se vende: educación, consultoría, etc.
En el caso de los profesores no es lucro en la medida que es una remuneración recibida por el trabajo realizado y no un excedente generado en la diferencia mencionada. En el caso de las Facultades o universidades, no lo es en la medida que haya reinversión de dichas ganancias en la propia institución. Pero sí lo hay cuando existe apropiación de éstas para fines privados, por valiosos que estos puedan ser.
Si estamos de acuerdo en ello, nos quedaría entonces aún por responder si, como sociedad, queremos o no que se practique el lucro en la educación.
Sobre él se han dicho y escrito en las últimas semanas verdaderos tratados.
Todos, cual más cual menos, han expresado su opinión. Muchos han hablado con sinceridad y hasta con dolor, otros lo han hecho con fines estratégicos, no pocos han sido instrumentalizados por los medios, en función de intereses difíciles de descifrar.
Lo primero que habría que preguntarse, pienso, es por la pertinencia del lucro en la educación. Es decir, por la aceptación social de que alguien genere utilidades con la formación de las generaciones más jóvenes y se apropie de ellas. ¿Está bien que alguien se enriquezca a partir del esfuerzo de una familia por educar a sus hijos e hijas?
Esta pregunta sólo puede ser resuelta por la política. Y la respuesta que le demos, dirá en qué sociedad estamos viviendo.
Hay quienes gozan con ejemplos primer mundistas para decirnos lo que hacemos mal y los países nórdicos hacen bien. Que en la prueba Pisa tienen altos resultados, que sus alumnos saben en primero básico lo que los nuestros no saben en octavo, etc. Lo que no dicen es que en esos países la educación es pública y sin fines de lucro. Que la organiza el Estado centralizadamente, que no hay selección social de los estudiantes y que, por lo mismo, los hijos e hijas del chofer se educan en la misma escuela que los del médico.
Una segunda pregunta que deberíamos resolver, es de qué estamos hablando cuando hablamos de lucro. En este punto la confusión es, a mi juicio, espectacular.
¿Lucra un profesor cuando dicta un curso y recibe una remuneración adicional? ¿Lucra una Facultad cuando vende una asesoría y produce un excedente?
De lo único que un profesor dispone para acceder a recursos, salvo que sea dueño de una empresa, es de su trabajo. Gracias a él se gana la vida y se genera un sueldo. Visto así un honorario no puede ser considerado lucro, ya que no es un excedente del que se apropie. Es simplemente un sueldo por lo que sabe hacer. Tampoco es lucro una remuneración adicional: trabajó extra para obtener otro ingreso. Esto lo hacen cientos de profesores dictando clases en varias universidades o haciendo consultorías. (Distinto es que su institución se sienta estafada porque hace trabajos en la jornada que ella paga).
En el caso de una Facultad tampoco es tan claro que sea lucro, ya que, en general, la mayor parte de los excedentes se reinvierten. Es decir, se genera una utilidad de uso público, en la medida que se invierte en la propia institución. Lo mismo es aplicable a las universidades.
Entonces, ¿cuándo hay lucro?, ¿basta con la generación de excedentes para que sea considerado tal?
Los excedentes técnicamente son la diferencia entre el valor del trabajo de los profesores y otros costos, y el valor final del producto que se vende: educación, consultoría, etc.
En el caso de los profesores no es lucro en la medida que es una remuneración recibida por el trabajo realizado y no un excedente generado en la diferencia mencionada. En el caso de las Facultades o universidades, no lo es en la medida que haya reinversión de dichas ganancias en la propia institución. Pero sí lo hay cuando existe apropiación de éstas para fines privados, por valiosos que estos puedan ser.
Si estamos de acuerdo en ello, nos quedaría entonces aún por responder si, como sociedad, queremos o no que se practique el lucro en la educación.
1 comentario:
Agrego el caso del Rector Montes de la U. Alberto Hurtado, cuya forma de "tirar al voleo" o disprar a la bandada en este tema se ha tornado muy incomprensible. Hoy el Padre Rector Montes aclaró que él NO había dicho a 'El Mostrador': "si me dieran la plata que le dan a la U de Chile y a la PUC, las haría zumbar", sino que que dijo: "si me dieran esa plata, LA haría zumbar". Cuando alguien tiene que hacer aclaraciones de esta calidad, es porque alguna soberbia lo ha cegado en su momento. No ayuda a la discusión en curso, que el Rector de una Universidad respetada por su clara diferenciación respecto de un entorno empresarializado, diga que "haría zumbar" detrminado dinero, a menos que deba pasar a una tercera aclaración en la que el concepto "zumbar" se defina como "gestionar con eficiencia y equidad".
Felicito entonces el artículo de Enrique Fernández, porque entrega el argumento técnico para que personas como el Padre Rector Montes re-analicen la situación. Yo le agregaría, para el caso del Padre Rector, una demanda más propia de su oficio, el sacerdocio, el cual siempre he querido ver como una especialización en la práctica de la generosidad. El Padre Montes está resultando muy poco generoso con las declaraciones que ha seguido dando. Esta mañana en Radio Cooperativa ha dicho por ejemplo que la U. de Chile también hace Lobby y todo lo demás que el Rector Pérez le critica a las Ues privadas. ¿Cómo no entiende el Padre Montes que precisamente eso es lo que nos atormenta y moviliza a los acdémicos de las universidades estatales?: el tener, en los hechos, que comportarnos como entidades privadas. Queremos salir de eso, recibir estudiantes con mala base de la media y disponer del tiempo y los recursos para de verdad agregarles nuevas capacidades y no solo certificar que calentaron sus pupitres viendo como nosotros "dictábamos cátedras". Si el Padre Montes quiere, puede citar otras mil caídas que las Ues estatales compartimos con las privadas, pero deja pasar una oportunidad fantástica para tendernos la mano entre los que estamos interesados en hacer de la educación -de toda la educación- un espacio que le agregue sentido a las personas y no solo que les consuma su tiempo de vida. Esa tarea generosa debería también demostrar, en el mediano plazo, que carece de sentido la distinción estatal-privado, ya que efectivamente el estado moderno ha sido siempre un impedimento para la formación de verdaderos espacios opuestoas a la privatización del saber. Es solo un movimiento táctico defender lo público desde los restos de estado que nos quedan. Pero es denitivamente un desperdicio que la inteligencia de la Compañía de Jesús deje que sus argumentos se confundan con los del campo privatizador. Fraternalmente,
miguel u.
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