jueves, 18 de agosto de 2011

La farra permanente

Chile vive hoy, gracias a los estudiantes, un gran momento histórico.
Ellos han levantado reivindicaciones que los adultos no fuimos capaces de representar. Ni hablar del coraje que han demostrado.
Durante más de tres meses se han enfrentado con fuerza, audacia y creatividad a la violenta intransigencia ideológica de un gobierno que lucha por mantener los privilegios de las elites, en perjuicio de los más pobres y las clases medias.
Más allá de sus posturas contrapuestas, sin embargo, tanto los estudiantes como el gobierno tienen algo en común: su lúcida conciencia del momento histórico que están viviendo.
Esto, que a primera vista puede parecer contradictorio, no lo es. Los estudiantes saben que están a punto de ganar la lucha más importante de los últimos 40 años de la historia de Chile. Saben que están a un paso de lograr que los privilegios de pocos pasen a ser, al menos en una medida aceptable (y no indignante como ahora), un derecho de muchos. Saben que no se puede seguir con un sistema educativo que, por descansar sobre las desregulaciones de mercado, condene a los pobres a continuar siéndolo por generaciones, y reserve para los ricos los bolsones de opulencia y bienestar. Saben también, que es ahora o nunca, que no pueden dejarse instrumentalizar como el movimiento pingüino del 2006, que fue ahogado por los partidos, luego que sus dirigentes aceptaran "seguir la línea". Pero, por sobre todo, saben que han asumido una responsabilidad histórica sobre las generaciones futuras que, a diferencia de lo que sucedió con nosotros los adultos, no pueden defraudar.
También la derecha es conciente de este momento histórico. Ella tiene claro que si abren la puerta, los estudiantes la trabarán con un pie y no podrán volver a cerrala. Saben que esto puede significar el inicio de una pérdida progresiva de privilegios y exclusividad, que puede conducir a una inaceptable homogeneización social. Saben que la movilidad está bien, pero hasta cierto punto. Para ser más exactos, hasta el punto que garantiza el sistema educativo actual. Pero por sobre todo saben que no pueden dejarse doblegar por una manada de quinceañeros soñadores que han perdido el sentido de la realidad y, por lo mismo, de lo posible. Por responsabilidad histórica con el país y su clase, saben que deben devolver a la manada al orden, aunque sea resucitando los fantasmas de la UP (como lo hizo Piñera) o amenazando con sus lacayos militares (al estilo Zalaquett).
Quienes continúan sin comprender nada son los partidos de la agónica Concertación. Ellos se debaten en la permanente duda de apoyar o no el movimiento, y en qué medida. Sin responsabilidad política por ningún sector social, se entretienen en cálculos relativos a las ventajas o desventajas de apoyar a los estudiantes. Peor aún, calculadora en mano se dedican a estudiar y definir cupos municipales para una elección en la que no votará nadie. Su postura es lamentable. Si la Concertación tuvo algo de noble y arrojado (y sin duda lo tuvo), lo está perdiendo a gran velocidad.
Mientras la derecha y los estudiantes se enfrentan sin tregua desde trincheras opuestas, develándose y desangrándose, la Concertación se refugia en una taberna, en una especie de farra insensata y permanente.
Si no se apresura en comprender y lograr algún grado de compromiso con este momento histórico es probable que su funeral sea aún antes de lo esperado.

2 comentarios:

Merlinux dijo...

Veo que nos estamos entendiendo!! Difundo su palabra de inmediato en mi caótico blog: http://otroanon.tumblr.com

Anónimo dijo...

Excelente Enrique. Diré sin embargo algo sobre la concertación que sonará duro, pero es para marcar otro lugar quizá menos heróico para más desgarrador desde el punto de vista histórico. La concertación integra a gente que fue audaz y valiente alguna vez, pero que justamente se curó de este mal para constituirla. La concertación no mutó del valor al miedo, se fundo valorando el miedo como aparato racionalizador, incluso el más fino de los socialistas renovados y más tarde autoflagelantes, N. Lechner, despliega su teoría política desde el temor. La concertación se construyó sobre la idea que audacias y desbordes de lo real son derivas ultraizquierdistas. He aquí el valor de la concerta. A los desbordantes nos acorraló y sacó de circulación; salvó al país de aquellos que al no comprender aun la diferencia entre radicalización política y polarización, hubiesemos podido arastrar los movimientos sociales a una insurgencia, bien sacrificial, bien triunfante, pero fundamentalista. Hubo entonces un barba que puso las fichas en otra parte, en un sujeto hegeliano extraño, porque tendía al absoluto, pero multiplicando particularidades... esa apuesta ha ganado algunas fichas este 2011. El aporte concertacionista ya está desencajado, el control de los partisanismos hoy solo puede confiarse a los movimientos sociales. Más encima la concerta demostró -como todo habitante de las instituciones burguesas- que el estado de derecho se defiende violándolo. Se puede entonces esperar algunas cosas de personas que fueron concertacionistas, pero nada de la figura histórica de la concertación. Un abrazo,
miguel

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