Ayer martes 21 de diciembre, José Valente, un conocido colaborador de Piñera, escribió un blog del Mercurio titulado: "La gran traición".
Más allá de su precariedad estilística e incluso de lenguaje, en él despacha una acusación probablemente verdadera, aunque por razones distintas a las expresadas.
Resumido de manera un poco tosca, señala que la Concertación habría traicionado a los jóvenes más pobres por su irreductible tozudez, por negarle las posibilidades de movilidad social a través del trabajo.
Las estadísticas lo avalan: el 60% de los delitos son cometidos por menores de 25 años. La razón es simple. Son excluidos, viven en poblaciones, sin posibilidades de proyectarse más allá de su propio y precario entorno. Y ¿por qué? Porque no consiguen trabajo.
¿Cuál es la solución? Simple: permitir que sean contratados por un salario inferior al mínimo. De ese modo es posible abrirles las puertas al ancho mundo laboral que los espera. Para no pecar de falso testimonio, prefiero copiar las razones expresadas por el propio columnista:
"En el caso de estos jóvenes les impiden trabajar, ya sea por las restricciones que se imponen al trabajo juvenil o a que los dirigentes acuerdan que nadie puede, aunque quiera, trabajar por un salario inferior a un mínimo preestablecido, que es ciertamente bastante bajo para las necesidades de un jefe de familia, pero que puede ser más que atractivo para algunos jóvenes de escasos recursos, poca educación y que viven con sus padres".
A juicio del columnista, son éstas las razones que permiten acusar a la Concertación de traidora. Porque se negó a fomentar lo que fue su fundamento: promover la movilidad social
Esta argumentación es simplemente notable. Revela, en primer lugar, que la derecha no tiene límites en su afán de conseguir mano de obra barata. Al punto que le parece que prohibir el trabajo juvenil va en detrimento de los propios jóvenes (como si no existiera, por ejemplo, la posibilidad de ofrecer opciones educativas). De ahí a autorizar el trabajo infantil no hay mucha distancia (seguramente pertenece al mismo grupo que piensa que el trabajo infantil es bueno, ya que con sus manos más pequeñas los niños pueden lograr mejores terminaciones en los productos que fabrican).
Segundo, porque considera que el trabajo no debe remunerase en sí mismo, sino por las obligaciones personales de quien trabaja. Quien es casado y con hijos debe ganar más y a la inversa. Me pregunto si este mismo argumento tendrá valor para sus propios hijos. Es decir, ¿si estos provienen de un familia adinerada, que le puede proveer de todo lo que necesitan, para qué ganar más de 150.000 pesos mensuales?
José Valente (dicho sea de paso, firma, como corresponde a su alcurnia, como José Ramón: es de rotos llamarse sólo José) se equivoca en dos sentidos. Efectivamente la Concertación traicionó en parte las aspiraciones de quienes la apoyamos. Pero no en el que señala, sino en algunos mucho peores.
Pero fomentar el trabajo juvenil subremunerado no tiene nada que ver con movilidad social, sino sólo con aumentar la mano de obra barata, desechable y el fomento amplio de la precariedad laboral.
O ¿cuánto tiempo cree José Ramón que será necesario para que muchos empresarios descubran que es más rentable contratar a jóvenes a bajo costo que obreros a sueldo mínimo?
Más allá de su precariedad estilística e incluso de lenguaje, en él despacha una acusación probablemente verdadera, aunque por razones distintas a las expresadas.
Resumido de manera un poco tosca, señala que la Concertación habría traicionado a los jóvenes más pobres por su irreductible tozudez, por negarle las posibilidades de movilidad social a través del trabajo.
Las estadísticas lo avalan: el 60% de los delitos son cometidos por menores de 25 años. La razón es simple. Son excluidos, viven en poblaciones, sin posibilidades de proyectarse más allá de su propio y precario entorno. Y ¿por qué? Porque no consiguen trabajo.
¿Cuál es la solución? Simple: permitir que sean contratados por un salario inferior al mínimo. De ese modo es posible abrirles las puertas al ancho mundo laboral que los espera. Para no pecar de falso testimonio, prefiero copiar las razones expresadas por el propio columnista:
"En el caso de estos jóvenes les impiden trabajar, ya sea por las restricciones que se imponen al trabajo juvenil o a que los dirigentes acuerdan que nadie puede, aunque quiera, trabajar por un salario inferior a un mínimo preestablecido, que es ciertamente bastante bajo para las necesidades de un jefe de familia, pero que puede ser más que atractivo para algunos jóvenes de escasos recursos, poca educación y que viven con sus padres".
A juicio del columnista, son éstas las razones que permiten acusar a la Concertación de traidora. Porque se negó a fomentar lo que fue su fundamento: promover la movilidad social
Esta argumentación es simplemente notable. Revela, en primer lugar, que la derecha no tiene límites en su afán de conseguir mano de obra barata. Al punto que le parece que prohibir el trabajo juvenil va en detrimento de los propios jóvenes (como si no existiera, por ejemplo, la posibilidad de ofrecer opciones educativas). De ahí a autorizar el trabajo infantil no hay mucha distancia (seguramente pertenece al mismo grupo que piensa que el trabajo infantil es bueno, ya que con sus manos más pequeñas los niños pueden lograr mejores terminaciones en los productos que fabrican).
Segundo, porque considera que el trabajo no debe remunerase en sí mismo, sino por las obligaciones personales de quien trabaja. Quien es casado y con hijos debe ganar más y a la inversa. Me pregunto si este mismo argumento tendrá valor para sus propios hijos. Es decir, ¿si estos provienen de un familia adinerada, que le puede proveer de todo lo que necesitan, para qué ganar más de 150.000 pesos mensuales?
José Valente (dicho sea de paso, firma, como corresponde a su alcurnia, como José Ramón: es de rotos llamarse sólo José) se equivoca en dos sentidos. Efectivamente la Concertación traicionó en parte las aspiraciones de quienes la apoyamos. Pero no en el que señala, sino en algunos mucho peores.
Pero fomentar el trabajo juvenil subremunerado no tiene nada que ver con movilidad social, sino sólo con aumentar la mano de obra barata, desechable y el fomento amplio de la precariedad laboral.
O ¿cuánto tiempo cree José Ramón que será necesario para que muchos empresarios descubran que es más rentable contratar a jóvenes a bajo costo que obreros a sueldo mínimo?
1 comentario:
Gracias a José Ramón he aprendido dos cosas:
1.- Me merezco el sueldo miserable que me han pagado en varias partes varias veces, porque soy soltera, sin hijos y casi sin gastos (he vivido de las becas desde el kinder)
2.- He perdido un tiempo precioso firmando como Magdalena Saldaña. De ahora en adelante, Magdalena Carolina la lle'a!
Saludos don Enrique Javier... (no sea roto, deje de llamarse Enrique a secas)
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