Por Rodrigo Vidal Rojas
Gracias por concedernos la ilusión de que somos un país solidario y preocupado por el sufrimiento del otro.
Gracias por darnos la oportunidad de calmar nuestras conciencias, pensando que contribuimos en algo encendiendo el televisor para informarnos acerca de lo que ocurre con ustedes.
Gracias por haberle entregado un contenido humano y sensible a un bicentenario que por más promesas hechas, nunca despegó.
Gracias por otorgarle al gobierno una razón de estar en La Moneda cuando, iniciado el campeonato de fútbol, el terremoto había llegado a su fin.
Gracias por haberle dado un sentido útil a nuestros medios de prensa.
Gracias por colmar el tiempo y el interés de nuestros noticiarios, arrinconando en pocos minutos la verborrea insoportable de nuestra clase política.
Gracias por regalarnos 33 nombres para escribir la historia de nuestro bicentenario, en un país plagado de villanos y tan necesitado de héroes contemporáneos.
Gracias por el silencio comprometido, ya que toda nación requiere que sus héroes sean santos, para fundar su historia sobre personajes casi mitológicos.
Gracias por el número 33, que le otorga una dimensión mística y trascendente a un país pobremente aterialista y crematístico.
Gracias porque a 33 semanas de producido el terremoto la tierra nos devuelve un poco de la vida que nos arrebató el 27 de febrero.
Gracias porque por una vez no celebraremos un gol, un triunfo en un reality, el logro del Kino, el inicio del festival o el IMACEC, sino que celebraremos el triunfo de la vida.
Gracias por demostrarnos que cuando el Estado quiere, puede; y que de la misma forma como invierte millones y millones de dólares en el rescate de 33 mineros desde el fondo de la tierra, puede y debe invertir otro tanto para rescatar a miles de niños del fondo del hoyo de la mala educación que este país les entrega.
Gracias, por que entre tantos bytes, pulgadas, milímetros de espesor, airbags, cilindradas, superficie construida, kilómetros acumulados, seguidores en Twitter, con que medimos la longitud de nuestra masculinidad chilensis, ustedes nos recuerdan que la posibilidad de volver a ver el sol con nuestros propios ojos es lo que le da sentido a la vida.
Gracias por paralizar 48 horas este país, por una causa noble.
Cuando la expectación de vuestro rescate se haya extinguido, y la última luminaria del campamento Esperanza se haya apagado, nos quedará el recuerdo y las imágenes de un evento extraordinario y único que nos habrá dejado la ilusión de que una sociedad un poco mejor de la que hoy tenemos es tal vez posible.
2 comentarios:
¿Qué otra cosa queda sino sumarse a estos agradecimientos y advertencias? No sé si el rescate de los mineros nos ha hecho mejores.
Sólo sé que ser mejores es una posibilidad que a veces olvidamos y nos obligan a olvidar.
Sí, tb recordar que ha servido para que el ministro de mineria pueda agradecer que la opinión pública y la oposición, pasen de su proyecto de privatización del Litio....
Me pregunto en qué irá a estas alturas, si mas no recuerdo Golborne lo presentó por ahí por junio.... lo de los mineros les cayó en agosto...no he sabido que ha dicho la oposición...ni menos la opinión pública.
Saludos
Marcela
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