* Por Daniel Casanova
La administración de los asuntos humanos puede hacer la vida confortable o convertirla en una auténtica pesadilla. Una buena administración se nota poco y trabaja bajo el lema "el mejor procedimiento es el que no existe", o sea, trabaja para la autoextinción. Una mala administración es un máquina de procedimientos para amargarle la vida impunemente al prójimo atrapado al otro lado del mesón.
La administración de los asuntos humanos puede hacer la vida confortable o convertirla en una auténtica pesadilla. Una buena administración se nota poco y trabaja bajo el lema "el mejor procedimiento es el que no existe", o sea, trabaja para la autoextinción. Una mala administración es un máquina de procedimientos para amargarle la vida impunemente al prójimo atrapado al otro lado del mesón.
Una amiga, doctorante en un programa acreditado, de una universidad estatal acreditada por 6 años, y cuya tesis fue calificada con nota 7 unánimemente por los profesores, tenía el examen de grado fijado para un día equis. Pese a haber consultado sin éxito con meses de anticipación los procedimientos, seis días antes del examen le avisan que debía "firmar personalmente el expediente a más tardar cinco días hábiles antes", además de pagar más de un millón de pesos y presentar tres copias empastadas de la tesis. No sería tan grave si ella no viviera a 500 km. de Santiago y le sobrara el tiempo. Logró que le aceptaran presentarse 4 días antes y pagar mediante una transferencia electrónica simple. Se apersonó el día convenido premunida de los papeles solicitados, entre ellos, los que ya había entregado al mismo programa cuando fue admitida. Una señora le dijo primero que "no constaba el pago"constara. Aclarado el pago la funcionaria pronunció entonces esa frasesita que sabemos inevitable: "chuuu, estamos mal". El expediente estaba en blanco, o sea, aparte de su nombre, la acreditada universidad -oficialmente- no tenía registro alguno de la doctorante. Una vez conseguidos artesanalmente los registros, hizo el check-list de los papeles. Entonces ocurrió lo que la víctima de la máquina siempre sabe: faltaron papeles. Pese ha haber pagado todo el programa de su bolsillo y nunca haber tenido acceso alguno a recursos bibliográficos, faltaba "el papel de beneficios" y "el papel de biblioteca". La funcionaria se allanó a darle plazo para que el programa presentara esos papeles en los días que quedaban. y - en vez de encargarse- la envió a otra oficina a lograr que el pago
No puedo generalizar a partir de un caso pero es inevitable pensar desde las experiencias. Esta es una historia de una universidad estatal. Soy un convencido que el estado debe tener un trato preferencial con sus universidades, pero si hay una gradiente del convencimiento, hoy me sitúo un poco más abajo que el 100%. Ya estoy dispuesto a decir "sí, pero..., depende".
Sin embargo, como la idea es torturar a la gente, al otro día -o sea a tres días del examen- mi amiga recibe un correo del programa (en carácter de copia) enviado a los profesores, notificándoles que el examen se suspende.
Tengo claro que la administración no es la Universidad, pero ambas pueden echarse a perder mutuamente, y la víctima siempre es un tercero, normalmente el estudiante. Por eso el desprecio aristocrático del estilo "poner una nota, ¿yo?", sin pensar que un ser humano sufrirá por la omisión, es una idiotez. Así también, pretender que para un examen se necesita algo más que la examinada, sus colegas y sus profesores, como si los papeles estuvieran vivos, es un delirio burocrático.No puedo generalizar a partir de un caso pero es inevitable pensar desde las experiencias. Esta es una historia de una universidad estatal. Soy un convencido que el estado debe tener un trato preferencial con sus universidades, pero si hay una gradiente del convencimiento, hoy me sitúo un poco más abajo que el 100%. Ya estoy dispuesto a decir "sí, pero..., depende".
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