Chile se ha vuelto en las últimas semanas un país políticamente aburrido. Más de lo habitual.
Hasta antes de la llegada de la derecha al poder, las disputas entre gobierno y oposición eran coloridas, las más de las veces un tanto sobreactuadas, ridículas o inútiles, pero coloridas. Cada paso de Bachelet (y antes de Lagos, Frei o Aylwin) era alabado o pifiado por la galería. Y la prensa se encargaba de hacer el coro, de ambos grupos, pero sobre todo de los que pifiaban.
La llegada de Piñera cambió el escenario por varias razones.
Primero, porque la oposición no ha podido aún articularse (y tal vez lo mejor sea que no insista en la urgencia de ello y lo haga con toda la calma necesaria para transformarse en algo mejor de lo que fue en sus últimos años de gobierno). Por lo mismo, no tiene muy claro en qué debe estar en desacuerdo con el gobierno. Si en las ideas, en los contenidos, en los plazos, en las formas. Así muchas de sus críticas suenan a refunfuños de viejos mañosos que andan buscando cualquier excusa para poder alegar.
Segundo, porque Piñera ha sorprendido a todos apoderándose de muchas de las propuestas de la propia Concertación, que su sector se negó a apoyar cuando ésta era gobierno. La conclusión de varios a estas alturas es que Piñera se travistió para llegar a la Moneda. Pero no de demócrata y liberal para convencer a la mayoría de la población que se había hecho de los valores concertacionistas, sino de conservador, para conseguir el apoyo de la derecha. Es decir, le mintió principalmente a la propia derecha conservadora para poder cabalgar sobre sus hombros. Como sea, en los últimos días ha aparecido proponiendo cosas que eran patrimonio de la Concertación y ahora son de él y, por extensión, de quienes lo apoyaron. Por lo mismo, entonces, no está muy claro porqué o en qué se deba estar en desacuerdo con el gobierno.
Tercero, porque la prensa de circulación nacional ha hecho desaparecer las tensiones sociales. Tensiones de todo tipo: políticas, económicas y sociales. De un día para otro estamos todos de acuerdo y vivimos en una sociedad mejor. No parece que hubiera diferencias políticas, derecha e izquierda ya no pelean. Tampoco hay grandes conflictos de interés económico. Pareciera ser que todos estamos de acuerdo en la necesidad de la reconstrucción post terremoto, de avanzar hacia el desarrollo y, sobre todo, en cómo hacerlo. Lo mismo pasa con los conflictos sociales y la delincuencia. Vivimos en un país donde ambas cosas están en retirada. Los unos porque no son necesarios, los otros porque, como dijo el Presidente, "cambió la mano" y ahora no habrá permisividad con los delincuentes.
Accidente o casualidad, lo que está pasando tiene pocos precedentes en la historia de Chile. La visión que los ciudadanos tenemos sobre nuestra realidad se está construyendo prácticamente sólo desde una perspectiva: la oficial. Y ello no tiene que ver con la presencia o fuerza que tienen los medios de gobierno (La Nación o Televisión Nacional), sino con la precariedad que la propia Concertación instaló en el espectro informativo cuando estuvo en el poder.
Como haya sido, por ingenuidad o estupidez, llegó la hora de pagar el desacierto.
Hasta antes de la llegada de la derecha al poder, las disputas entre gobierno y oposición eran coloridas, las más de las veces un tanto sobreactuadas, ridículas o inútiles, pero coloridas. Cada paso de Bachelet (y antes de Lagos, Frei o Aylwin) era alabado o pifiado por la galería. Y la prensa se encargaba de hacer el coro, de ambos grupos, pero sobre todo de los que pifiaban.
La llegada de Piñera cambió el escenario por varias razones.
Primero, porque la oposición no ha podido aún articularse (y tal vez lo mejor sea que no insista en la urgencia de ello y lo haga con toda la calma necesaria para transformarse en algo mejor de lo que fue en sus últimos años de gobierno). Por lo mismo, no tiene muy claro en qué debe estar en desacuerdo con el gobierno. Si en las ideas, en los contenidos, en los plazos, en las formas. Así muchas de sus críticas suenan a refunfuños de viejos mañosos que andan buscando cualquier excusa para poder alegar.
Segundo, porque Piñera ha sorprendido a todos apoderándose de muchas de las propuestas de la propia Concertación, que su sector se negó a apoyar cuando ésta era gobierno. La conclusión de varios a estas alturas es que Piñera se travistió para llegar a la Moneda. Pero no de demócrata y liberal para convencer a la mayoría de la población que se había hecho de los valores concertacionistas, sino de conservador, para conseguir el apoyo de la derecha. Es decir, le mintió principalmente a la propia derecha conservadora para poder cabalgar sobre sus hombros. Como sea, en los últimos días ha aparecido proponiendo cosas que eran patrimonio de la Concertación y ahora son de él y, por extensión, de quienes lo apoyaron. Por lo mismo, entonces, no está muy claro porqué o en qué se deba estar en desacuerdo con el gobierno.
Tercero, porque la prensa de circulación nacional ha hecho desaparecer las tensiones sociales. Tensiones de todo tipo: políticas, económicas y sociales. De un día para otro estamos todos de acuerdo y vivimos en una sociedad mejor. No parece que hubiera diferencias políticas, derecha e izquierda ya no pelean. Tampoco hay grandes conflictos de interés económico. Pareciera ser que todos estamos de acuerdo en la necesidad de la reconstrucción post terremoto, de avanzar hacia el desarrollo y, sobre todo, en cómo hacerlo. Lo mismo pasa con los conflictos sociales y la delincuencia. Vivimos en un país donde ambas cosas están en retirada. Los unos porque no son necesarios, los otros porque, como dijo el Presidente, "cambió la mano" y ahora no habrá permisividad con los delincuentes.
Accidente o casualidad, lo que está pasando tiene pocos precedentes en la historia de Chile. La visión que los ciudadanos tenemos sobre nuestra realidad se está construyendo prácticamente sólo desde una perspectiva: la oficial. Y ello no tiene que ver con la presencia o fuerza que tienen los medios de gobierno (La Nación o Televisión Nacional), sino con la precariedad que la propia Concertación instaló en el espectro informativo cuando estuvo en el poder.
Como haya sido, por ingenuidad o estupidez, llegó la hora de pagar el desacierto.
1 comentario:
La DC está haciendo su poco también ....
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