Los últimos movimientos políticos de la derecha chilena muestran como ésta se prepara para llevar su victoria más allá del resultado en las urnas.
Dos son, por ahora, sus principales objetivos: lograr la legitimidad política que hoy le es esquiva y que requiere para gobernar, y seguir minando la escasa unidad de la Concertación.
Su estrategia es simple y se expresa en el intento por reclutar personajes de ésta y de ese modo generar la idea de que está por sobre las ideologías y diferencias políticas.
No se trata, como incansablemente pregona Piñera, de hacer un gobierno de los mejores, se trata de lograr ese doble propósito.
A pesar que el conteo de votos haya dicho lo contrario, la derecha política tiene poca legitimidad para ser gobierno. A ésta todavía se le ve con sospecha. No sólo se le vincula con el gran empresariado, sino también con el autoritarismo y el conservadurismo. Y las sospechas no son poco fundadas, en las celebraciones hubo bustos y fotos de Pinochet, y vítores como: "mi general Pinochet, este triunfo se lo dedicamos a usted".
Ahí está parte del origen de ese afán por reclutar a algunas figuras de la Concertación o sus alrededores.
Por igual razón también es majadera con el discurso de la unidad nacional y el gobierno de los mejores. La derecha quiere aparecer como más allá de la política, como sólo preocupada de los destinos de la nación, sin importar el color de quienes trabajen con ella. Ésta es la continuación lógica del discurso antipolítica que usó en la campaña y que el meismo coreó a viva voz.
En definitiva, quiere aparecer como si siendo de derecha, no lo fuera.
Por esa doble vía, entonces, busca lograr la legitimidad social que requiere y, de paso, deteriorar aún más las posibilidades de los partidos de la Concertación de articularse como una oposición razonable y con perfil.
Para la Concertación ésta es sin duda una gran disyuntiva histórica, aunque gracias al sistema binominal las alternativas son pocas. Pero, como ya lo han demostrado varios, no debe resultar poco seductor saltar al barco enemigo y unirse a los victoriosos.
Si los perdedores se dejan tentar por los puestos ofrecidos quedarán capturados en el discurso de la derecha por largo tiempo. Esto los obligará, bajo el chantaje del antipatriotismo (tan caro a la derecha chilena), a subordinarse de manera constante a los aparentes neutros intereses del desarrollo nacional.
En otras palabras, si la Concertación no logra perfilarse claramente como la oposición al gobierno de Piñera, si no aprende a actuar como tal y no elabora un discurso acorde, no logrará transformarse en 4 años en una alternativa viable para regresar al gobierno.
La derecha eso lo tiene perfectamente claro: si la Concertación se rearticula y levanta un discurso de oposición, también los develará a ellos y los pondrá de regreso en el centro de la política, con todo lo que eso significa para su aséptico discurso.
Esperemos que también la Concertación lo tenga claro.
Dos son, por ahora, sus principales objetivos: lograr la legitimidad política que hoy le es esquiva y que requiere para gobernar, y seguir minando la escasa unidad de la Concertación.
Su estrategia es simple y se expresa en el intento por reclutar personajes de ésta y de ese modo generar la idea de que está por sobre las ideologías y diferencias políticas.
No se trata, como incansablemente pregona Piñera, de hacer un gobierno de los mejores, se trata de lograr ese doble propósito.
A pesar que el conteo de votos haya dicho lo contrario, la derecha política tiene poca legitimidad para ser gobierno. A ésta todavía se le ve con sospecha. No sólo se le vincula con el gran empresariado, sino también con el autoritarismo y el conservadurismo. Y las sospechas no son poco fundadas, en las celebraciones hubo bustos y fotos de Pinochet, y vítores como: "mi general Pinochet, este triunfo se lo dedicamos a usted".
Ahí está parte del origen de ese afán por reclutar a algunas figuras de la Concertación o sus alrededores.
Por igual razón también es majadera con el discurso de la unidad nacional y el gobierno de los mejores. La derecha quiere aparecer como más allá de la política, como sólo preocupada de los destinos de la nación, sin importar el color de quienes trabajen con ella. Ésta es la continuación lógica del discurso antipolítica que usó en la campaña y que el meismo coreó a viva voz.
En definitiva, quiere aparecer como si siendo de derecha, no lo fuera.
Por esa doble vía, entonces, busca lograr la legitimidad social que requiere y, de paso, deteriorar aún más las posibilidades de los partidos de la Concertación de articularse como una oposición razonable y con perfil.
Para la Concertación ésta es sin duda una gran disyuntiva histórica, aunque gracias al sistema binominal las alternativas son pocas. Pero, como ya lo han demostrado varios, no debe resultar poco seductor saltar al barco enemigo y unirse a los victoriosos.
Si los perdedores se dejan tentar por los puestos ofrecidos quedarán capturados en el discurso de la derecha por largo tiempo. Esto los obligará, bajo el chantaje del antipatriotismo (tan caro a la derecha chilena), a subordinarse de manera constante a los aparentes neutros intereses del desarrollo nacional.
En otras palabras, si la Concertación no logra perfilarse claramente como la oposición al gobierno de Piñera, si no aprende a actuar como tal y no elabora un discurso acorde, no logrará transformarse en 4 años en una alternativa viable para regresar al gobierno.
La derecha eso lo tiene perfectamente claro: si la Concertación se rearticula y levanta un discurso de oposición, también los develará a ellos y los pondrá de regreso en el centro de la política, con todo lo que eso significa para su aséptico discurso.
Esperemos que también la Concertación lo tenga claro.
2 comentarios:
Este país siempre fue algo "facista", desde sus inicios. No es tan extraño lo que está sucediendo si lo vemos desde esa perspectiva.
Me parece que la principal arma de la derecha es ese contagioso discurso del progreso. Mientras la gente siga comprándolo todo lo que se construya tendrá poca vida útil.
Estimado, lo estoy compartiendo por facebook (lo que me ha hecho pensr en esto de los permisos...). En fin, como ha sido la tónica estos días, me duele leerte.
Un abrazo
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