José Piñera, el hermano del actual candidato a la presidencia, acusó recientemente a Frei de "uso electoral obsceno" del asesinato de su padre.
Discutir esta frase parece ocioso, no porque ella no pueda ser cierta, sino por lo absurdo de la acusación. Evidentemente el asesinato de un ex presidente es un elemento de juicio en una campaña electoral. No es lo mismo votar por las víctimas que por los victimarios.
En relación a esta frase, sin embargo, vale la pena escribir algunas palabras, en sus dos sentidos: en el electoral y en el de los crímenes.
José Piñera fue dos veces ministro durante la dictadura de Pinochet. Primero del Trabajo y Previsión Social (1978 a 1980) y luego de Minería (1980 a 1981).
Recordará el señor Piñera que mientras él fue Ministro se realizó en Chile el Plebiscito de 1980, que dio por resultado la aprobación de la Constitución de 1980. Imagino que también recordará que en ese período se le negó a la oposición casi toda posibilidad de hacer actos públicos y el acceso a los medios para difundir su opción contraria a la dictadura. Pero la intervención no terminó ahí. Tampoco hubo registro electoral. Incluso el propio general Leigh reconoció que hubo fraude, cosa que después fue demostrada contrastanto el número de votantes con los resultados del censo de 1982: en no pocos lugares aparecieron más votos que habitantes mayores de 18 años.
Por otro lado - y descontando los crímenes que significaron la creación de las AFP's y sus reformas laborales - durante los períodos ministeriales del señor Piñera, fueron asesinados por la dictadura para la cual él voluntariamente trabajaba 64 personas, de acuerdo al Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación. Desgraciadamente no se disponde de una estadística similar respecto de los detenidos y torturados, pero es posible estimar que deben haber sido unas cuantas centenas (el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura establece que entre 1978 y 1990 fueron detenidas un total de 4.308 personas).
La pregunta que se podría plantear en este punto, es ¿cómo es posible que una persona con ese pasado pueda emitir un juicio acerca del uso electoral del asesinato del presidente Frei Montalva, con tal desfachatez y total impunidad? Es decir, ¿sin recibir de vuelta el una amplia reprobación social?
La respuesta, más allá de la operación blanqueo que ha tratado de armar acerca de su propia historia personal, tiene que ver con que uno de los éxitos de la derecha chilena fue poner la muerte y tortura de los opositores a Pinochet a la misma altura moral que los supuestos logros económicos y políticos. Es decir, como un costo razonable y necesario.
Permitir esto ha sido, sin duda, una de las grandes debilidades políticas de la Concertación y de su trabajo de la memoria.
Pero de ahí a que uno de los ex funcionarios de la dictadura siga actuando como personaje público a costa de este tipo de juicios, parece, de parte de él, una desvergüenza y, de la nuestra, un exceso de desmemoria.
Discutir esta frase parece ocioso, no porque ella no pueda ser cierta, sino por lo absurdo de la acusación. Evidentemente el asesinato de un ex presidente es un elemento de juicio en una campaña electoral. No es lo mismo votar por las víctimas que por los victimarios.
En relación a esta frase, sin embargo, vale la pena escribir algunas palabras, en sus dos sentidos: en el electoral y en el de los crímenes.
José Piñera fue dos veces ministro durante la dictadura de Pinochet. Primero del Trabajo y Previsión Social (1978 a 1980) y luego de Minería (1980 a 1981).
Recordará el señor Piñera que mientras él fue Ministro se realizó en Chile el Plebiscito de 1980, que dio por resultado la aprobación de la Constitución de 1980. Imagino que también recordará que en ese período se le negó a la oposición casi toda posibilidad de hacer actos públicos y el acceso a los medios para difundir su opción contraria a la dictadura. Pero la intervención no terminó ahí. Tampoco hubo registro electoral. Incluso el propio general Leigh reconoció que hubo fraude, cosa que después fue demostrada contrastanto el número de votantes con los resultados del censo de 1982: en no pocos lugares aparecieron más votos que habitantes mayores de 18 años.
Por otro lado - y descontando los crímenes que significaron la creación de las AFP's y sus reformas laborales - durante los períodos ministeriales del señor Piñera, fueron asesinados por la dictadura para la cual él voluntariamente trabajaba 64 personas, de acuerdo al Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación. Desgraciadamente no se disponde de una estadística similar respecto de los detenidos y torturados, pero es posible estimar que deben haber sido unas cuantas centenas (el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura establece que entre 1978 y 1990 fueron detenidas un total de 4.308 personas).
La pregunta que se podría plantear en este punto, es ¿cómo es posible que una persona con ese pasado pueda emitir un juicio acerca del uso electoral del asesinato del presidente Frei Montalva, con tal desfachatez y total impunidad? Es decir, ¿sin recibir de vuelta el una amplia reprobación social?
La respuesta, más allá de la operación blanqueo que ha tratado de armar acerca de su propia historia personal, tiene que ver con que uno de los éxitos de la derecha chilena fue poner la muerte y tortura de los opositores a Pinochet a la misma altura moral que los supuestos logros económicos y políticos. Es decir, como un costo razonable y necesario.
Permitir esto ha sido, sin duda, una de las grandes debilidades políticas de la Concertación y de su trabajo de la memoria.
Pero de ahí a que uno de los ex funcionarios de la dictadura siga actuando como personaje público a costa de este tipo de juicios, parece, de parte de él, una desvergüenza y, de la nuestra, un exceso de desmemoria.
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