lunes, 6 de julio de 2009

Reflexiones de un resentido

En su edición del 30 de junio, la revista Ya de El Mercurio publicó un reportaje a la joven candidata independiente a senadora (por un cupo UDI en la IX Región), Ena von Baer.
Cuenta ella misma, que el hecho que determinó su vocación por el servicio público fue haber estado un año en una escuela de Cajón, donde aprendió que "...había niños viviendo en el campo del lado sin ningún tipo de privilegio, niños de mi edad que no conocían nada salvo la naturaleza y el frío...".
Conmovedora confesión. Debe ser duro conocer la pobreza a los 8 años cuando se ha nacido en una cuna llena de riqueza. No en vano la mencionada revista dedicó un par de páginas a resaltar su sensibilidad social.
Me preguntaba ¿qué pasaría si por una vez la historia fuera la inversa? No la de alguien de clase alta que hace una estadía entre los pobres, sino la de un pobre que hace una estadía entre los ricos. ¿Qué reconocimiento tendría una historia como esa?
Me imaginaba a un niño pobre viviendo rodeado de hijos de agricultores, industriales y exitosos profesionales, cuya preocupación principal era ir el fin de semana al centro de esquí de Antillanca o a su isla en el Lago Ranco. Escuchando a padres hablar sobre el excesivo número de ciervos de la isla o sobre los caballos que llevarían al campeonato de rodeo.
Un niño que frecuentara espacios donde la reflexión política se enfrentara con preguntas como ¿por qué el voto de un cholo tiene que valer lo mismo que el del propietario, si claramente ambos no valen lo mismo? Donde se ofrecía a los obreros comprarles el objeto de línea blanca que quisieran o instalarles un calefón si ganaba el "sí" en el plebiscito de 1988. O se escuchaba a los patrones acusar a sus obreros de indios desleales por recurrir a la Inspección del Trabajo para intentar hacer valer algún mínimo derecho.
Por favor no se vaya a pensar que éstas son las únicas dimensiones de la riqueza. Estos son sólo ejemplos que, al igual que los usados por Ena von Baer, pueden "marcar tanto" a alguien como para cambiarle su visión de las cosas.
Una visita a la riqueza, entonces, también puede marcar. Así como la candidata comprendió las dificultades de ser mapuche en un país que no les deja un espacio para que "hoy jueguen palín", otros comprendimos lo contrario: que ese será el único espacio que una sociedad como ésta les dejará.
También comprendimos que los más pobres no necesitan la caridad o conmiseración ocasional de quienes tienen más. Requieren la solidaridad estructural de toda una sociedad que los siente y vive como iguales, no como a inferiores materiales y morales. Para no ser rebuscados con el ejemplo: como sucede en Alemania (el país donde la candidata hizo su doctorado).
Para ello se necesitan políticas estructurales y la convicción de que éstas son necesarias y posibles. En otras palabras, no basta con "ayudar" a los más pobres, también hay que "educar" a los más ricos.
Con Ena tenemos algo en común: la experiencia que tuvimos nos marcó. Por su origen, ella será recordada como una persona con gran sensibilidad social. Yo, por mi parte, seguramente pasaré a engrosar las filas de los malagradecidos. O peor aún, de los resentidos.

4 comentarios:

Merlinux dijo...

Hace falta una revolución valórica, basada en el sentido común, libre de dogmas y enfocada a la inteligencia emocional y la sensibilidad social.

¿Existe eso? ¿Es posible crear algo así?

fernandezdarraz dijo...

A mi esto me recuerda que el año pasado, para la campaña municipal, pasó por aquí al lado de mi casa un camión que le hacía propaganda a un candidato derechista, igual que la señorita Von Baer, que se llama Bruno Baranda. La publicidad decía que el candidato venía de una familia 2con conciencia social" eso, que para la derecha es algo exótico, para ese candidato era una activo, lo mismo que las incursiones mapuches de Von Baer. En fin.

Pelantaro dijo...

En Chile existe un abismo entre diversos grupos sociales y es tan grande, que en muchas ocasiones esos grupos no se alcanzan ni a ver. En el país que progresa, que en algún momento se jaguarizó, prácticamente eliminó los campamentos, renovó y multiplicó su parque automotriz, existe entre aquéllos que tienen altos ingresos e incluso, capacidad de ahorro, la sensación de que todo está casi bien y que políticas sociales dirigidas el quintil más vulnerable terminan de arreglar el casi. Este grupo, que dentro de nuestra realidad conforma la elite intelectual, económica y política, asume una actitud autocomplaciente y anodina frente a cualquier cambio estructural que pudiere, en términos serios y radicales, modificar la segmentada y a la vez cómoda estructura socio-económica en que se desglosa el país. Aquellos que están en el poder, se dicen de izquierda, y de algún modo saben que Santiago Sur o “de Vilcún pa arriba” existen, no se esfuerzan por comprender dichas realidades. Muchos de ellos provienen de allí, pero aunque no sea desde hace mucho, ya prefieren no recordarlo. Creen están haciendo todo lo posible para darles más, sin preocuparse de los aspectos culturales y de integración que exceden lo meramente material. Creen que lo están haciendo muy bien o prefieren creerlo y de algún modo, cada vez menos justificado (quizás porque disponen de una maquinaria estatal y por lo mismo electoral), son vistos como más cercanos por los de Puente Alto o Malalcahuello. Por su parte, los que no están en el poder y aspiran a él, apenas conocen esos otros mundos que, por lo que se ve en la crónica roja y ciertas campañas de beneficencia existe dentro de nuestro país. Pero además, de entre ellos, surge a veces algún extravagante expedicionario o aventurero que se internó en esa realidad y por lo mismo, por lo exótico de su comportamiento, genera interés. Por último, dentro de este grupo, están los que de un modo organizado y sistemático han decidido ir al encuentro de esa otra realidad, actuando conforme la moral y experiencia de los llamados a ayudar, intervenirla y rescatar a quien se pueda. Su actitud mesiánica y asistencialista, lamentablemente no siempre es acogida y entendida por mal agradecidos y resentidos de siempre, impidiéndoles en definitiva sortear esa brecha cultural que a la postre, se transforma en una diferencia electoral. La brecha a La Moneda.

Anónimo dijo...

Buena reflexión. Comenzaré a imaginarlo yo también.

Muchos saludos, siga escribiendo.



César Valenzuela
Ex- siervo del profesor Fernández (en la renovación del banco de datos de la DAI)

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