En el año 1947, Friedrich von Hayek, conocido como uno de los padres del neoliberalismo imperante, organizó una reunión con 36 intelectuales. Ésta tuvo lugar en Suiza, en el balneario de Mont Pèlerin. El grupo que surgiría a propósito de esta reunión y que se continuaría reuniendo y creciendo, pasó a ser conocido posteriormente como la "Sociedad Mont Pèlerin".
El objetivo de la reunión fue debatir sobre filosofía, política y analizar críticamente el socialismo y colectivismo vigente entonces en gran parte del planeta.
Fue, en el fondo, un espacio de discusión para economistas y pensadores liberales.
Von Hayek tenía perfectamente claro el momento histórico que se vivía. Las instituciones económicas de Bretton Woods, surgidas después de la guerra, buscaban reducir la desregulación liberal e instalar regulaciones keynesianas, como una forma de organizar las economías occidentales y hacer frente al socialismo soviético.
En ese escenario, el espacio para el liberalismo económico era mínimo. Por lo mismo, en la primera reunión de la "Sociedad Mont Pèlerin", von Hayek señaló que lucha duraría mucho y que el pensamiento liberal estaría en la defensiva por 10 o 20 años. Señaló a los participantes del grupo que deberían prepararse para una larga guerra. Y que, aunque a primera vista pareciera que ésta encarnaba intereses sociales contrapuestos y que sería resuelta por el clamor de las masas, en realidad sería mucho antes decidida en una batalla por las ideas.
El tiempo le dio la razón a von Hayek. La crisis del petróleo de 1973 comenzó a poner en cuestión las instituciones de Bretton Woods y a reorientarlas hacia nuevas funciones económicas. El pensamiento liberal estaba de regreso más de 25 años después y venía a exigir su lugar en el nuevo orden económico global.
La posterior caída del muro de Berlín, le permitió imponerse como la única forma de organización económica aparentemente posible y hoy campea casi sin contrapeso, al menos en gran parte del planeta.
Lo interesante de esta anécdota es la visión y tenacidad de von Hayek y su gente, que en lugar de resignarse a un mundo que comenzaba a girar en sentido contrario al que ellos proponían, trabajaron incansablemente durante décadas para que volviera el orden que consideraban el correcto.
Una postura como esa es la que se extraña en el pensamiento de izquierda, hoy aislado y atomizado, como en aquella época los liberales. Pero pareciera ser que la izquierda está suficientemente conforme con la situación actual, como para no iniciar una lucha de largo plazo, conformándose con remilgos ocasionales.
O tal vez, no tenemos los pensadores que quieran iniciar la maratónica tarea de repensar la sociedad actual desde la pregunta por la posibilidad del pensamiento de izquierda en este contexto.
Al parecer, los intelectuales de izquierda prefieren ciertos flirteos con la fama académica y la admiración de sus discípulos, a enfrentar la árida tarea de reunirse a trabajar y pensar en una perspectiva mayor, como en su momento lo hicieron los intelectuales liderados por von Hayek.
Tal vez, si no los moviliza una convicción política, sí lo logre saber que éste obtuvo el Premio Nóbel de Economía el año 1974, y un premio como ese sí que les acarrearía prestigio y aduladores.
El objetivo de la reunión fue debatir sobre filosofía, política y analizar críticamente el socialismo y colectivismo vigente entonces en gran parte del planeta.
Fue, en el fondo, un espacio de discusión para economistas y pensadores liberales.
Von Hayek tenía perfectamente claro el momento histórico que se vivía. Las instituciones económicas de Bretton Woods, surgidas después de la guerra, buscaban reducir la desregulación liberal e instalar regulaciones keynesianas, como una forma de organizar las economías occidentales y hacer frente al socialismo soviético.
En ese escenario, el espacio para el liberalismo económico era mínimo. Por lo mismo, en la primera reunión de la "Sociedad Mont Pèlerin", von Hayek señaló que lucha duraría mucho y que el pensamiento liberal estaría en la defensiva por 10 o 20 años. Señaló a los participantes del grupo que deberían prepararse para una larga guerra. Y que, aunque a primera vista pareciera que ésta encarnaba intereses sociales contrapuestos y que sería resuelta por el clamor de las masas, en realidad sería mucho antes decidida en una batalla por las ideas.
El tiempo le dio la razón a von Hayek. La crisis del petróleo de 1973 comenzó a poner en cuestión las instituciones de Bretton Woods y a reorientarlas hacia nuevas funciones económicas. El pensamiento liberal estaba de regreso más de 25 años después y venía a exigir su lugar en el nuevo orden económico global.
La posterior caída del muro de Berlín, le permitió imponerse como la única forma de organización económica aparentemente posible y hoy campea casi sin contrapeso, al menos en gran parte del planeta.
Lo interesante de esta anécdota es la visión y tenacidad de von Hayek y su gente, que en lugar de resignarse a un mundo que comenzaba a girar en sentido contrario al que ellos proponían, trabajaron incansablemente durante décadas para que volviera el orden que consideraban el correcto.
Una postura como esa es la que se extraña en el pensamiento de izquierda, hoy aislado y atomizado, como en aquella época los liberales. Pero pareciera ser que la izquierda está suficientemente conforme con la situación actual, como para no iniciar una lucha de largo plazo, conformándose con remilgos ocasionales.
O tal vez, no tenemos los pensadores que quieran iniciar la maratónica tarea de repensar la sociedad actual desde la pregunta por la posibilidad del pensamiento de izquierda en este contexto.
Al parecer, los intelectuales de izquierda prefieren ciertos flirteos con la fama académica y la admiración de sus discípulos, a enfrentar la árida tarea de reunirse a trabajar y pensar en una perspectiva mayor, como en su momento lo hicieron los intelectuales liderados por von Hayek.
Tal vez, si no los moviliza una convicción política, sí lo logre saber que éste obtuvo el Premio Nóbel de Economía el año 1974, y un premio como ese sí que les acarrearía prestigio y aduladores.
3 comentarios:
Concuerdo 100% con el comentario final, pero más allá de las declaraciones de propósito de querer ganar de por sí, creo que debemos ganar en torno a proponernos ser una izquierda desprejuicida, convocante, no dogmática y apegados a la lógica evolutiva del materialismo histórico recoger de los tiempos actuales del liberalismo las banderas de las libertades individuales (sexuales, rteproductivas, de conciencia, etc.), de lo político rescatar la democracia en especial la vertiente parlamentaria, pluralista y multipartidista, y en lo económico reconocer el valor del mercado en terrenos aun no regulados como el consumo de drogas o aun la prostitución y regular especialmente los bienes de primera necesidad como los alimentos y medicamentos, dejando que el mercado haga por nosotros la mayor parte del trabajo, pero sin renunciar al rol controlador y aun planificador del Estado, dejando atras el concepto subsidiario de su labor por uno solidario y si se quiere competitivo, pues en Chile debemos pugnar por un banco estatal que compita con la banca privada, una Farmacia estatal que controle las cadenas de farmacias por la vía de la competencia, una AFP tambien estatal así como una educación pública que esté en condiciones de competir con la privada en resultados y calidad, etc.
Enrique Cárdenas.
Hola, muy interesante comentario. Creo que la distinción entre políticos de partidos y pensadores de izquierda académicos es interesante en la reflexión que haces. La izquierda de partidos, como supuestamente lo es la Concertación en Chile, está atada al poder y por tanto al statu quo neoliberal. Al menos una parte de la izquierda intelectual creo que si mantiene esa independencia.
Lo otro es que la derecha neoliberal, por el tipo de profesionales que tiene detrás y por sus propias relaciones está más cerca del poder, político y económico.
La independencia del poder económico genera un primer problema para los pensadores de izquierda en tiempos donde las revoluciones ya no tienen el mismo sentido para todo el mundo, y donde aparecen como cada vez más fragmentarias y respondiendo a intereses de colectivos más reducidos. Ojalá siga este debate, lo difundo en mi blog.
Saludos.
Helder
Buena reflexion, Enrique. Y muy oportuna.
Solo quisiera agregar que en Mont Pèlerin no solo se encontraron intelectuales de derechas (Friedman fue otro de los presentes, cierto?), sino tambien su brazo armado: la gente del ambito de los negocios que apoyo y financio, en buena parte, la campaña pro liberalizacion de la politica economica.
Mi punto, entonces, apunta a sumar algo a la formula: no solo es la conviccion, sino tambien la estrategia y las redes de apoyo permanente.
Aunque yo no me siento de izquierdas, creo que hay harto espacio e ideas para tratar de hacer menos radical nuestro excentrico modelo nacional. Yo veo muchas posibilidades de cambio para la educacion superior, por ejemplo.
Quizas la solucion se halla en compartir lo que tanta gente rumea en su propia esquina para construir un patchwork de soluciones y metas que faciliten que una estrategia global pueda, por fin, emerger.
Saludos desde Melbourne!
Jose
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