lunes, 3 de agosto de 2009

Nosotros asumimos el riesgo*

Aunque a primera vista no lo parezca, ésta es una frase sorprendente.
La usan con frecuencia los inversionistas (del nivel que sea) para justificar sus solicitudes de exención de impuestos, subvenciones, bajos salarios y otras circunstancias poco felices.
Con ello quieren decir que hay que ser cuidadosos y generosos con quienes poseen el capital. Éste es escaso y su disponibilidad depende de la voluntad de quienes lo tienen. Por lo mismo, hay que minimizar el riesgo que significa invertirlo en algún tipo de "emprendimiento", cuyo futuro por definición es incierto.
La frase es sorprendente por varias razones, pero la más interesante es su capacidad de invisibilizar otras situaciones de riesgo, que no tienen que ver con la inversión de capital.
¿Alguien ha visitado una oficina salitrera abandonada en el norte de Chile? o ¿una mina de carbón en Lota o Coronel? o ¿conoce las condiciones en que trabajan los obreros salmoneros, de la construcción, los fabricantes de pintura o los temporeros de la fruta?
Ellos están expuestos a dos tipos de riesgos cotidianos sistemáticos, pero que escasamente son conceptualizados como tales. Primero, dado el régimen de "flexibilidad" laboral vigente (que siempre parece poca) un grupo no menor tiene sólo contratos a plazo fijo o con boletas de honorarios. Esta precariedad representa el primer riesgo: quedar en cualquier momento sin medios para mantenerse y, obviamente, con escasas posibilidades de atención de salud y ninguna de recibir una pensión.
En segundo lugar, por las condiciones en que se realizan muchos trabajos. Además de las largas y extenuantes jornadas, en ocasiones hay una importante exposición a riesgos físicos concretos, como encierro, altas temperaturas, químicos como diluyentes, pesticidas, etc. En ese último caso, no se trata sólo de los obreros que mueren o se invalidan en accidentes, sino de todas aquellos aspectos no controlados que los exponen a consecuencias médicas de largo plazo, a ellos y sus descendientes.
Este tipo de cosas son las que esa frase invisibiliza, al poner el riesgo sólo en el lado de la inversión del capital.
Nuevamente: esto no significa desconocer que el inversionista corre un riesgo, sino destacar que también el obrero lo corre. Además, mientras uno arriesga el capital, el otro arriesga la salud e incluso la vida. Y a no ser que esté demasiado errado, esto último es más grave.
Sólo para efectos ilustrativos: de acuerdo a informaciones oficiales de la Superintendencia de Quiebras, entre los años 2007 y 2008 hubo 300 quiebras. Éstas afectaron, sin embargo, a 5.276 trabajadores. En el mismo período hubo 164 accidentes laborales fatales y 1.363 accidentes laborales graves (www.sigweb.cl).
Aquí hace sentido plantar nuevamente la pregunta inicial: ¿quién asume el riesgo? o, dicho que otra forma, ¿cuál riesgo es social y humanamente más importante?
Por último, ¿por qué no pedimos con la misma fuerza que se hace para cuidar el capital, más protección laboral y física para los obreros?

* Esta idea es de mi querido amigo Gero Lenhardt, quien me la dijo luego de ver una salitrera abandonada en el norte chileno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Otra acre pregunta sobre el clima de inclemencia social que impera en este país llamado Chile. Sólo una cosa es segura en el problema planteado: su solución no vendrá del empresariado ni tampoco de sus operadores políticos que hoy administran este país desde sus tolderías en la oposición y gobierno. La(s) respuesta(s) sólo pueden venir desde los propios sectores afectados.

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