por Javier Pinedo
Cierta tarde de mediados de los años 80 en
Santiago de Chile, al intentar subirme a un tren que viajaba a Talca, un hombre
delgado y alto se acercó al carro con la intención de montarse en él. Lo
reconocí y era Patricio Aylwin, le di la pasada y le dije: Suba porque usted va
ser presidente de Chile. Me miró y sonrió amablemente.
No fue un acto de imaginación muy extremo:
era fácil darse cuenta que a pesar de la represión violenta de los últimos
años, a la dictadura le quedaba poca pólvora. También era fácil darse cuenta
que el país, el pueblo, las mayorías, buscarían una solución intermedia. Pero,
no era tan fácil saber que la opción sería Aylwin, un líder más bien retraído,
en comparación con la figura de Frei Montalva, o de Valdés Subercaseaux, o del
mismo Ricardo Lagos que venía avanzando muy fuerte. Eso nadie lo podía saber.
Tampoco de qué tamaño sería el grupo de partidos que se opondrían a la
dictadura, es decir había dudas en el ambiente, con las incertidumbres de los
años 80, que felizmente permitió botar con un lápiz, como se decía, a la
dictadura.
Fueron años duros en los que se debió
utilizar mucha inteligencia política para superar el problema principal que era
que Pinochet y sus asesores más cercanos, nunca quiso dejar el poder.
En estos días ha fallecido Patricio Aylwin
después de una vida política bastante admirable y que en muchos sentidos le
hace bien al país.
La prensa ha recogido las declaraciones de
los testigos, las palabras de Aylwin en ciertos momentos de la historia, los
hechos principales de su gobierno y otros aspectos de su vida e ideas.
En el conjunto de artículos y declaraciones
que he leído, echo de menos, y no sé bien definir qué echo de menos, pero me
parece que no se ha mencionado una posición más política cercana a las
posiciones en juego y a los actores sociales de la época. O más bien, echo de
más que todo pareciera reducirse a las relaciones personales de Aylwin con
ciertas figuras de la política y en este sentido me parece que la prensa de
derecha ha concluido por realizar una cooptación de su figura por los mismos que
ayer fueron sus enemigos: que prefirió a Pinochet que a Allende, que era
cercano a Jaime Guzmán, que fue el presidente de la transición, que supo
gobernar con firmeza cuando se necesita y la frase muletilla, “… en la medida
de lo posible”.
Es decir, el relato historiográfico ha
vuelto a centrarse en el edificio de La Moneda. No he escuchado en estos días
ni una vez la palabra “pueblo” y no lo digo por ser yo mismo muy cercano a esa
posición, sino porque si uno lee la prensa de estos días, en el Chile de los
últimos 40 años, hubo personalidades que tomaban decisiones de gobierno con
alianzas y contra alianzas, con amigos y contrarios, pero en un horizonte vacío
de representación social. Es como si todo pudiera haber sucedido igual, pero en
Panamá o en la luna.
¿Quién ha mencionado al pueblo que sufrió
la dictadura, al pueblo que salió a las calles a protestar y a recibir
culatazos…? Insisto, el conflicto dictadura / democracia según la prensa
reciente, se reduce a un conflicto entre la élite nacional. Alguien dice que
conoció a Aylwin porque estaban en el mismo curso del colegio, o que fueron
compañeros en la universidad, o que en algún sentido eran parientes.
Me pregunto, si al leer la prensa de estos
días, el pueblo de Chile pensará que el ex Presidente Aylwin les perteneció a
ellos, como verdaderamente lo fue. O si el Presidente Aylwin estaba metido en
un ambiente de reuniones con otros líderes. Y ahora que ha muerto se lo
disputan entre aquellos que estaban en las reuniones.
Es una grave falta de sentido histórico y
político, que no contribuye en nada a que ese mismo pueblo olvidado tenga
conciencia clara de qué lado están unos y otros. Porque si todos son iguales,
pensará más de alguien, mejor me quedo en la casa.
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