martes, 22 de noviembre de 2011

Celebrando el horror

Me resulta inevitable escribir sobre la presentación, en Providencia, de la 4a edición del libro en honor a Krassnoff. Pero a diferencia de otras veces no voy a reseñar su criminal vida porque creo que no vale la pena. Salvo decir que está preso y condenado por delitos de secuestro, desaparición de personas y, en general, de violación a los derechos humanos (como antes su abuelo y su padre, fusilados por su participación en la persecución de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, por traición a la patria y colaboración con el enemigo). Veinte condenas ratificadas por la Corte Suprema, deberían estar en lo correcto.
A partir de lo sucedido se podrían plantear muchas preguntas, pero hay una que me preocupa: ¿en qué clase de país es posible que pase algo como lo sucedido?
Se supone que el nuestro es miembro de la OECD, que se considera a las puertas del desarrollo y se percibe como una especie de jaguar en América Latina.
La respuesta no es simple. Tal vez ayude un poco poner lo sucedido en perspectiva. Cuando uno ha tenido la suerte de viajar por Europa hay algo que llama la atención: en las fachadas de las casas, sobre el pavimento de las veredas, en los parques y en muchas otras partes hay placas, monumentos, museos y otros tantos símbolos que buscan hacer visible el horror del que el ser humano ha sido capaz. La idea es recordarlo de manera sistemática a fin de no olvidar lo precaria que puede ser la convivencia política y el respeto a los valores sobre los que ella se asienta.
Por lo mismo, los campos de concentración nazi fueron transformados en museos y a los horrores cometidos en aquella época se les incorporó en los planes de estudio de enseñanza básica. La premisa es: no puede haber ningún ciudadano que no conozca lo sucedido y no se forme un juicio a partir de los valores socialmente compartidos, relacionados con los derechos humanos.
Esto en Chile no ha sido así, al menos no como una política de nacional. Los historiadores y académicos de todas layas, no hemos estado a la altura de poner en el debate la relevancia de recordar el horror y ponderarlo como se merece. Al contrario, nos dejamos avasallar por el pragmatismo político de los consensos y por el sin sentido común que impuso la derecha, a través de frases vacías pero efectivas como: "hubo caídos de ambos lados", "si los mataron por algo será", y así suma y sigue.
La derecha, como es evidente, logró poner a la misma altura moral la insurrección social de los años 60-70, con los crímenes sistemáticos organizados por el estado chileno cuando estuvo en manos de los militares.
Por eso tal vez no debería extrañarnos tanto lo sucedido. No hemos sido capaces de construir un consenso respecto a la importancia de los derechos humanos ni de lo reprobable que es cualquier acto que atente contra ellos. Al contrario, le hemos sacado el bulto a ese trabajo y lo hemos relegado a un par de políticas estatales, a uno que otro museo sin mayor presencia nacional, a un escaso tratamiento en los currículos escolares y, finalmente, a la admirable e incansable iniciativa de algunas organizaciones de sobrevivientes.
Por lo mismo, vivimos en un país que posee una Armada que no ha hecho un mea culpa por su participación en los sucesos posteriores a 1973. No sólo eso, una Armada que en lugar de transformar a la "dama blanca" (como llaman a su buque insignia Esmeralda) en un museo contra la tortura, la pasea altiva por los puertos del mundo, para orgullo de la mitad de los chilenos. Vivimos en un país que se da el lujo de elegir en una de sus comunas emblemáticas a un ex coronel de ejército y miembro del aparato de inteligencia de la dictadura. Y lo elige 4 veces consecutivas, de las cuales en 3 obtiene más del 60% de los votos (algo parecido ha ocurrido también con algunos parlamentarios). Vivimos en un país en que el Presidente de la República, que se dice representante de una nueva derecha, pone de ministros de varios de los "jóvenes de Chacarillas", que exhiben orgullosos su pasado cómplice. En otras palabras, vivimos en un país donde la condena a la dictadura y sus crímenes no es unánime, sino parcial (probablemente también porque los torturados y desaparecidos no eran más que unos "rotosos" comunistas).
Chile tiene una deuda no sólo con las víctimas del terrorismo de Estado bajo Pinochet, sino con su propia memoria.
Es esta deuda la que explica que en este país, se pueda producir un acto como el de ayer y que no haya una condena general de todo el aparato político y de todos los sectores sociales.
Eso, en parte, explica que vivamos en un país donde se puede realizar impunemente una intolerable ceremonia que festeje el horror.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La deserción y la que la parió

*Por Daniel Casanova Cruz

Hace varios ya, el profesor Gero Lenhardt, invitado a una universidad chilena, señaló con germano aplomo que "sólo un idiota a esa edad no tiene dudas sobre que hacer con su vida". Contestaba así una quejumbrosa pregunta sobre el flagelo de la deserción universitaria que le hizo una periodista.
Hoy en día, la deserción viene a ser el motor principal de las políticas universitarias relacionadas con el pregrado, tanto a nivel sistémico como general y se habla de ella como de una epidemia.
Las cifras globales se refieren a dos fuentes que reúnen información sobre la educación superior: el INDICES y el SIES. El primero es una base de datos del Consejo Nacional de Educación (CNED), que recopila información agregada desde cada una de las instituciones, las cuales informan el número de matriculados y desertores de cada cohorte y carrera. Luego el CNED junta todo eso y dictamina cual es la deserción, por ejemplo, de los alumnos que ingresaron el 2007 a la educación superior. Si una universidad X informo 60 matriculados y 40 desertores en una carrera ¿cómo sabe el INDICES si los 40 desertores no están informados como matriculados por alguna de las restantes 60 instituciones? Raro, por decir lo menos.
Un instituto académico tan prestigioso como el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, se basa en las cifras del CNED para señalar que "Las tasas de deserción al término del primer año universitario, de acuerdo al Consejo Superior de Educación es de 19% promedio en las universidades del Consejo de Rectores y 22% promedio en las universidades privadas sin Aporte Fiscal Directo (AFD). En ambos tipos de universidades continuaría aumentando la deserción en los años siguientes pero a menores tasas. Al tercer año las tasas acumuladas de deserción serían aproximadamente de 39% y 42% respectivamente".
Una auténtica tragedia, que justifica lanzarse a buscar sus causas y a inventar modelos predictivos basados en sofisticados cálculos de riesgo, emulando a las compañías de seguros.
La segunda fuente -el SIES, perteneciente al MINEDUC- es un sistema de información basado en registros de estudiantes reportados por las instituciones y no en datos agregados, lo cual lo convertiría en una fuente más confiable. Este organismo publicó un estudio de los alumnos ingresados a la educación superior el 2007. En la nota metodológica señalan que "Los datos de retención corresponden al % de estudiantes matriculados de la cohorte 2007 (que ingresaron a la institución el año 2007) que siguen en la misma institución como alumnos antiguos (de ingreso 2007) el año 2008" Y agregan sin ningún bemol que "Si un estudiante registrado como alumno de primer año 2007 aparece matriculado el año 2008 como alumno nuevo en la misma institución también se considera “deserción”, independiente de la carrera y/o programa que cursa, toda vez que salió del sistema y volvió a ingresar en otra cohorte".
¿No estaremos contando como parte de la deserción, la movilidad estudiantil? Y si así fuera, ¿cuál es el problema con la movilidad?
Un estudio referido al caso canadiense encontró que, de un 50% de estudiantes que no habría terminado su carrera, sólo un 10-15 % pueden ser considerados verdaderos desertores. La diferencia se explica por aquellos que ha finalizado otras carreras, en diferentes instituciones y hasta en diferentes niveles de estudios post-secundarios, así como aquellos que han retomado sus estudios después de un tiempo de abandono. Concluye este estudio que la deserción es mucho menor de lo que se había estimado hasta entonces.
Por supuesto que la deserción, en una carrera o en una institución, es un problema para esas entidades, sobre todo si deben sufrir los rigores del autofinanciamiento anarcocapitalista. Pero hay una distancia en señalarlas como el origen de una imaginaria tragedia nacional que todavía nadie cuantifica seriamente. ¿Que hay tras este discurso, si la movilidad estudiantil es claramente esperable en un sistema altamente privatizado y diversificado? ¿No es acaso esperable y hasta positivo la migración de "clientes" entre los "proveedores del mercado", cómo se llama ahora a las universidades?
Por lo menos el estudio del SIES nos da una pista, al decir que las tasas de deserción son una "exigencia de información venida desde la OCDE y el Banco Mundial."

martes, 8 de noviembre de 2011

Carta Abierta al Señor Presidente


Carta abierta al Señor Sebastián Piñera Echeñique

Excelentísimo Presidente de la República

De nuestra más alta consideración,

En nuestra calidad de académicos universitarios, nos dirigimos a usted, con el respeto que a su persona y a su cargo corresponde, para plantearle el desafío siguiente:

Señor Presidente, solicitamos que lidere el diseño de un proyecto político trascendente para resolver definitivamente el histórico y grave problema de la educación en Chile, con espíritu de futuro, de inclusión y de interés nacional.

El problema de la educación no es técnico, ni económico, ni de falta de ideas, ni normativo, sino político. Todas estas acciones derivan del diseño de una política de largo plazo que fije el norte de la educación y guíe el proceso de toma de decisiones, para satisfacer las aspiraciones y necesidades del conjunto de la sociedad chilena. En su calidad de Jefe de Estado, usted posee la legitimidad otorgada por el sufragio universal democrático y la responsabilidad histórica de liderar las políticas que la sociedad requiere para su bienestar.

Se encuentra hoy usted en la encrucijada de entrar a la historia como el Jefe de Estado que asumió la trascendental tarea de dar solución a un problema fundamental de la nación, o como un Presidente que no pudo asumir la crisis educacional contemporánea más grave de la sociedad chilena, en los últimos 23 años. Las decisiones del Presidente no pueden tener otro norte que el bienestar de la sociedad en su conjunto y no los beneficios de un determinado grupo social.

Este grave problema de la educación en Chile, se puede traducir en siete oportunidades que no se deben dejar pasar:

1. Pertinencia: Es el momento de actuar para articular, lo que en Chile se enseña, desde la educación básica a la post-universitaria, con las exigencias del mundo del trabajo. Esto aumentará las posibilidades de que los futuros titulados encuentren efectivamente empleo en sus áreas de formación originales.
2. Equilibrio: Se requiere balancear la relación porcentual entre los alumnos que egresan de la enseñanza básica y media en Chile y optan por estudios técnico-profesionales, con los egresados de la formación universitaria. Hoy, estos ámbitos de vocación y estudios son drásticamente asimétricos.
3. Consistencia: Es necesario dar solidez a los procesos de acreditación. Las pruebas nacionales e internacionales, acreditaciones y certificaciones, revelan que la calidad de los contenidos, métodos y ejercitaciones, están bajo los estándares que se esperan de un país que pretende entrar a una fase de desarrollo avanzado.
4. Formación ciudadana: En nuestro país es urgente que la educación deje de estar orientada preferentemente a la transmisión de contenidos en relación a la adquisición de un título de habilitación profesional. Apremia una formación integral. Las consecuencias de esta confusión, en el mediano y largo plazo, pueden ser adversas a la necesaria cohesión social de un país inmerso en un mundo globalizado.
5. Regulación: Se debe diseñar para Chile un Sistema de Educación coherente en cuanto a acceso, financiamiento, oferta académica, marco de cualificaciones, entre otros. Hoy existen diversos actores interactuando según leyes de mercado en un territorio de fronteras difusas, llamado educación. Cada actor vela por su interés exclusivo y no hay quien vele por el interés educativo de la sociedad y del país en su conjunto.
6. Gestión solidaria: El sistema educativo debe entenderse bajo el concepto de solidaridad. El sistema de financiamiento que impera en Chile, por su parte, ha permitido que aquellos que toman las decisiones ejecutivas y legislativas del país, estén también involucrados en la propiedad de establecimientos educacionales en todos los niveles. El largo pero sostenido proceso de abandono del Estado de sus universidades, estratégicas para el país, revela que la educación pública no es su objetivo prioritario. El énfasis puesto en el subsidio a la demanda en el proyecto actual de presupuesto de la nación, revela la voluntad de impulsar aún más la educación como un negocio.
7. Coyuntura: Este es el momento de implementar una verdadera política para la educación en Chile. El presupuesto de la nación, actualmente en debate, es el instrumento que manifiesta esa voluntad política. Así, no sólo se contará con aportes basales que puedan regular matrículas y aranceles, sino además estimular a los futuros científicos, profesionales y técnicos, a través de una formación solidaria e integral para que puedan interactuar a los más altos niveles internacionales.

Todo lo expuesto anteriormente se puede lograr desde la visión global del Estado y el diseño de una política consistente y no desde la visión parcial del mercado privado de la educación.

Entendemos que el Presidente de la República es absolutamente sensible a estos problemas, y a la oportunidad de resolverlos, además de velar por los intereses públicos y colectivos por sobre los intereses individuales y grupales que agravan los problemas antes mencionados. Además, sabemos que su Excelencia entiende que la crisis educacional actual proyecta una imagen que no va de acuerdo a la de un país que pretende liderar procesos fundamentales en América Latina. Consideramos que es conveniente que este conflicto llegue a su fin y sin ganadores y derrotados, sino con un proyecto político sólido y compartido que augure la solución de todos los graves problemas antes descritos.

Señor Presidente, de su autoridad depende la decisión histórica de dar un término satisfactorio a largos años de una educación con graves deficiencias.

Es por todo lo anteriormente señalado, que nos permitimos proponer a usted el desafío político indicado. Pensamos que el momento propicio es ahora.

Con nuestro mayor respeto,
Académicos Escuela de Arquitectura, Universidad de Santiago de Chile

Santiago, 25 de octubre de 2011