lunes, 23 de noviembre de 2009

Libertad de prensa y castración de expresión*

* Por Omar Saavedra Santis, escritor

Hace veinte años, con ocasión del estruendoso desplome del Muro de Berlín, escribí un artículo de opinión, que fue publicado in extenso sin ningún tipo de cortes editoriales en la desaparecida revista chilena “Análisis”. Sobre el mismo suceso fui entrevistado hace poco por un periodista de Televisión Nacional de Chile de apellido Pavlović. Fue una cordial entrevista frente a cámara, de algo más de treinta minutos. Mucho menos cordial y alevosamente tendenciosa fue la selección que el periodista de marras hizo de mis opiniones, las que redujo a dos o tres frases arrancadas de un contexto mucho más denso y complejo que el anecdotismo ramplón con que TVN se acopló a la conmemoración del emblemático hecho.

En la mencionada entrevista dije entre otras cosas, que el Muro menos que una decisión de la dirección política de la RDA había sido ante nada el resultado directo de la Segunda Guerra Mundial, como lo fue también la destrucción casi total, física y moral de Alemania. Por lo mismo expresé mi temor (el mismo que sobresaltó a François Miterrand) de que la caída del Muro volviera a invocar los fantasmas más terribles de la historia alemana, los que engendraron esa guerra. Hablé también del “patético entusiasmo” que observé en las calles de Alemania Oriental cuando aquella fea arquitectura de la guerra fría cayó para siempre. Sostuve la opinión de que la desaparición del limes ideológico que separaba a “ambas” Alemanias de posguerra, desde el punto de vista emocional -y hasta cierto punto también cultural- podía ser entendido como una “reunificación”, pero en lo político y económico había sido más bien un Anschluss, una anexión simple y llana. Hice presente que no es improbable que hoy día un par de millones de alemanes del Este se sientan exiliados en su propio territorio. Cité las dudas actuales de muchos políticos alemanes de todos los partidos, sobre la justeza y rectitud del complicado proceso de reunificación, que como todos saben- está aún muy lejos de concluir. En esta parte agrego un largo et cetera.
Como dije, fue una larga entrevista. Una que por desgracia, el periodista Pavlović, en uso y abuso de una arrogante potestad “profesional” mutiló a su antojo. No es mi intención imponer a nadie mis opiniones personales, pero se me hace difícil aceptar sin protestas, que otros se esfuercen por castrar las mías. Debo aceptar empero, que Pavlović no faltó de modo alguno a su ethos personal. Él permaneció fiel al mainstream de nuestros tiempos, al que sirve con devoción monocular. En verdad, el error fue mío, al creer que la ecuanimidad y objetividad eran aún valores constantes de la libertad de prensa.
¿Por qué elegí precisamente la RDA, el “otro lado“ del Muro, como lugar de exilio? Es una pregunta que Pavlović no me formuló, pero que yo escucho a menudo, sobre todo por alemanes. A muchos de ellos les parece un absurdum que alguien haya escogido entrar a un país, del que supuestamente querían huir todos. La verdad, es que mi respuesta a esta pregunta es para mí mismo más emocional que racional, y por lo mismo subjetiva. Independientemente del hecho de que los países de exilio por lo general no se escogen por catálogos turísticos, digo y me digo, que quizá lo decisivo en la toma de esta decisión fue mi peregrina suposición de que mi exilio sería muy breve. Tan breve, que para sobrellevarlo cualquier país daba lo mismo. A esto se agrega el hecho de que ese pequeño país alemán llamado República Democrática Alemana, a diferencia de aquel otro más grande llamado República Federal de Alemania, había demostrado una solidaria simpatía con aquella legendaria experiencia que significó el gobierno de Salvador Allende durante los mil días que este duró. Experiencia de la que participé con entusiasmo. Aún cuando ese pequeño país alemán del que hablo ha desaparecido para nunca jamás de los mapas, él permanece como un punto de referencia de uso frecuente en el actual discurso político internacional y muy en particular del alemán. Esta testaruda reminiscencia por esa república muerta, es variopinta. A veces honesta, a veces mentirosa, pero siempre actual. Heiner Müller, con seguridad el dramaturgo más importante de la segunda mitad del pasado siglo XX, decía que hoy se puede decir todo lo que a uno se le antoje sobre la RDA porque los cadáveres no suelen discutir el resultado de las autopsias.
Independientemente de los juicios o prejuicios políticos que hoy en día se pronuncian sobre ese mínimo pedazo de historia alemana que se llamó DDR, ese país -con todo lo que fue y no fue- durante quince años significó para mí una posibilidad de sobrellevar de un modo más o menos razonable mi estadía en la distancia. Me siento agradecido de esa posibilidad. Sólo lamento no haberla aprovechado de manera más creativa e intensiva. En mi caso, esta distancia se prolonga ya por más de treinta y cinco años. Varias veces he dado cuenta del raro privilegio que me concedió la historia, al permitirme iniciar mi exilio en un pequeño país alemán que ya no existe y continuarlo después – sin moverme un milímetro del lugar en que estaba parado- en otro país igualmente alemán, pero más grande y en mucho diferente. Como si una vez no fuera suficiente, mi exilio ha sido pues, dos veces alemán. Algunos espíritus demasiado sensibles, tanto en Chile como en Alemania, han llegado a presumir que esta carambola tan rebuscada de la política internacional me ha arrojado de un exilio a otro exilio. Es una presunción equivocada. Yo fui y me sigo sintiendo lo que soy, un exiliado chileno. Con ese título de viaje – válido hasta el día de hoy también en Chile- me basta y me sobra.
Para terminar digo aquí lo que no dije en esa entrevista: por razones que no vale la pena mencionar, no he logrado, ni en la RDA de ayer ni en la Alemania de hoy, encontrar un reemplazo del hogar perdido. Pero en ambos lugares – lo repito con énfasis- en el libro y el arte, pero ante todo en los capítulos de la propia vida simple he encontrado a gente cuyo calor, amistad y cercanía espiritual no quisiera echar de menos. Gente que están y siguen empeñadas en cuidar y cultivar el siempre alabado y tantas veces traicionado humanismo alemán. Estos amigos y amigas alemanes me devuelven siempre el hálito de esperanza que se necesita para seguir obstinado en la realización de aquel difícil proyecto común que se llama Humanidad.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¡Profesores de Chile, uníos!

Desde hace varias semanas los profesores han logrado inmovilizar (aún más) la educación pública chilena. Pareciera ser que en esta ocasión el paro sí tendrá la suficiente fuerza como para doblarle la mano al gobierno y oposición, y conseguir el compromiso de pago de la "deuda histórica" y del famoso bono SAE (Subvención Adicional Especial).
No obstante ello, pareciera ser también que el apoyo y legitimidad social del movimiento está tocando piso. No se ha visto a personajes importantes acompañando a los profesores en sus reivindicaciones. Es más, padres y apoderados de todos los colores han salido a reclamar por la pérdida de clases de sus hijos.
Pero esta situación no es nueva. Desde hace varios años, demasiados, la sociedad chilena ha empezado a mirar a los profesores con cierta desconfianza. De haber sido considerado como un gremio maltratado y postergado por la dictadura, ha comenzado a ser visto como un gremio majadero, sin autocrítica y centrado en sí mismo.
Baste como botón de muestra la insistente negativa del profesorado a someterse a un sistema de evaluación docente. Llegar a implementarlo fue un proceso largo, tortuoso y lleno de dobleces. Los maestros, cuyo oficio es enseñar a sus estudiantes y evaluar de manera permanente lo que estos aprenden, se negaban sistemáticamente a ser sometidos a un proceso similar.
Este tipo de actitudes no hizo más que ahondar las dudas que existían acerca de su calidad profesional, ya bastante cuestionada por los resultados de los jóvenes chilenos en pruebas nacionales e internacionales.
Hurgando un poco más en su historia reciente, se puede afirmar incluso que lo que más se recuerda de su participación en el movimiento pingüino del 2006 fue su silencio y falta de coraje para seguir a sus alumnos en las reivindicaciones que ni los padres ni ellos mismos se atrevieron durante años a plantear. Por primera vez en 20 años de democracia se puso el problema de la educación en una perspectiva nacional, situada más allá de las reivindicaciones económicas del gremio.
Pero este movimiento no los sensibilizó como para exigir al estado mayor responsabilidad con la formación de profesores, establecimiento de estándares nacionales, o para pedir un mejoramiento general de la educación pública. No se subieron al carro que los pingüinos pusieron a su disposición. Lo miraron pasar y esperaron para volver a lo suyo.
La situación descrita no hace más que continuar socavando las bases de la desmedrada educación pública y segmentando el sistema educativo: los alumnos que pueden están migrando desde hace tiempo a los colegios particular-subvencionados.
El tema de la educación es de suyo complejo y de difícil solución. Pero más aún cuando el gremio que debería encabezar el proceso de discusión y reforma no ve mucho más allá de sus narices. Tal vez aquí se pueda aplicar el viejo dicho campesino "qué sabe el chancho de aviones si nunca mira para arriba".
No se trata, sin embargo, de negarles a los profesores el derecho a sus justas reivindicaciones sociales. Por el contrario. De lo que se trata es de exigirles que continúen con ellas, pero que las pongan en un contexto nacional que vaya más allá de su propio bolsillo. Es decir, que aprendan, como le piden a sus alumnos, a mirar para arriba.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Conservadores innovando al sur de Chile*

* Por Felipe Rivera

Puede parecer raro el título, pero resulta que también da para pensar en una paradoja... "los conservadores de antaño ya no son los de hoy día". Claro, porque por definición un conservador, no emprende, ni genera nuevas cosas. Los conservadores de hoy, como Pablo Fierro, y muchos otros, tienen justamente una inquietud por generar cosas nuevas, pero desde lo antiguo, desde la historia, rescatando las tradiciones.

Caminando por Puerto Varas conocí el caso de Pablo Fierro, un tipo que estaba trabajando, maestreando, en el frontis de una casa de fachada antigua, atiborrada de cosas antiguas, y con un letrero gigante que decía "Museo Pablo Fierro: Un Proyecto Bicentenario". La idea es realmente genial. Él está montando una especie de museo con artefactos y fotos antiguas, que vendrían a ser el registro vivo de la sociedad del segundo siglo de independencia. Además, parte fundamental del registro son los cuadros de casas y edificaciones antiguas que él pinta mediante distintas técnicas, que me recordaron las pinturas de Thomas Daskam. No sólo la idea es genial, sino también el ímpetu y la emocionalidad con la que él habla de su proyecto. Cosa que cualquier artista debe hacer para lograr efectivamente su objetivo artístico.
Pablo Fierro, tiene plena conciencia de que es lo que está haciendo. Él está simplemente haciendo su arte, para lo cual pidió apoyo a los proyectos bicentenario, pero no lo obtuvo, y declara: "no, para qué, tanto papel, si al final lo que uno quiere hacer es su arte, y que la gente vea esto, y disfrute". Y luego agrega, la frase que expresa la vitalidad total del arte: "tengo que seguir haciendo cosas, seguir trabajando acá, por que si me aburro, terminaré saliendo a buscar pega".
El proyecto de museo, construido en una casa antigua que antes de Pablo Fierro estuvo abandonada, es realmente una iniciativa digna de apoyo de los fondos bicentenario de la cultura y las artes, pero no queda claro si él se resiste a entrar en la burocracia y obtener estos fondos, o nuevamente este es un caso más de desajuste entre las políticas públicas y la realidad. Pese a que me parece que es más lo primero, algo de lo segundo tiene, ya que siempre está el factor de desentendimiento de parte de las políticas hacia las necesidades sociales.
De todos modos, sea lo que sea, el caso de Pablo Fierro, merece una gran vitrina, más allá de las 80 mil visitas que su museo ha recibido. El proyecto es simplemente maravilloso (ver: http://www.pablofierro.cl/wb/index.php).
Contra todo pronóstico, encontré innovación al sur del mundo. Bueno podría ser un caso más de emprendimiento, que de innovación... pero de todos modos con un alto margen de creatividad, y lo mejor de todo que seguro puede hacer crecer el PIB, dejar dinero por efecto de turismo y generar empleo. Después de todo el turismo es uno de los 9 sectores claves del desarrollo económico país descrito en el libro blanco de la comisión de innovación para la competitividad.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Sobre Isapres, AFP's y otros demonios III

Como ya es habitual, la semana recién pasada la Asociación de Isapres (de la que el ex Ministro Eduardo Aninat es presidente) organizó el Encuentro de Nacional de la Salud (ENASA). El evento de este año estuvo marcado por un tema que les preocupa particularmente: el aumento de las acciones judiciales que los afiliados han interpuesto en los tribunales.
Mientras en el año 2007 éstas fueron 737, en el 2008 llegaron a 5.214, sólo en el primer semestre del 2009 van 4.358.
La razón de este crecimiento, a juicio de los entendidos, se debe a dos cosas: por una parte, el éxito de algunos recursos interpuestos por los usuarios que ha generado una especie una reacción en cadena (el 96% ha sido fallado en favor de los afiliados). Por otra, al surgimiento de una “industria” entorno a este tema. Una industria de abogados, con fines de lucro, que se ha especializado en litigar contra las Isapres.
Efectivamente, las costas pagadas por la parte perdedora han hecho que este nuevo rubro aparezca como muy interesante. Éstas ya han alcanzado un total de tres mil millones de pesos.
La situación descrita es bastante pintoresca: la Asociación Isapres se queja porque ha surgido otra industria – al igual que ella con fines de lucro – que ha logrado hacer valer los derechos de los usuarios ante los tribunales y les ha comenzado a quitar parte de la tajada a la que estaban acostumbrados. Es la historia de un tiburón quejándose del nacimiento de un hijo.
Es necesario recordar que parte de esta nueva “industria” se genera precisamente por las exclusiones sobre las que el sistema de salud privado funciona y que el Estado mira con apacible indolencia: costos más altos para las mujeres, alzas para quienes aumentan de edad. Y, por supuesto, exclusión total de quienes tiene enfermedades preexistentes de alto costo. Es lo que ellos llaman elegantemente tabla de factores de riesgo, que no es más que un conjunto de fórmulas para calcular los valores de los planes de quienes podrían enfermarse más allá de los límites que le interesa a las Isapres.
A defender esta industria de la salud con fines de lucro, salió primero el actual Ministro Álvaro Erazo, quien señaló que esta situación no iba en real interés de nadie, que con ella sólo perdía el país y ganaba el ejército de abogados que estaba detrás de los procesos.
Pero esta frase de aparente sentido público era sólo la antesala de la siguiente jugada: el chantaje.
Superada la preocupación por los intereses nacionales, las Isapres señalaron que estos procesos, cuyos costos suman aproximadamente el 1% de los gastos de siniestralidad del sistema, amenazan con encarecer una vez más los precios de los planes. Algo que el abogado Germán Concha calificó como la consecuencia “natural”.
En otras palabras, la Asociación de Isapres está recurriendo al chantaje patronal más atávico: hacer ver a sus obreros (en este caso a los usuarios) que no les conviene reclamar, ya que hacerlo va en perjuicio de ellos mismos.

lunes, 2 de noviembre de 2009